HomeArchivoEquipo
< Octubre n°9

Vi el Compro Fierro por primera vez un día en que nos fuimos caminando por Avenida La Serena, la cual estaban convirtiendo en la carretera que ahora cruza la Santo Tomás. Ese día habían varios cerros de basura y escombros, también una malla verde que separaba la construcción y la población; corrimos un rato entre los cerros, subiendo y bajando algunos, “Con esto de la preemergencia”, dijiste, “hemos tenido unos buenos arreboles estos días”.

Ignoro si por entonces ya alguno de los poemas del libro se tejían en tu maquina de escribir o si aún no existían y era necesario caminar, viajar, salir a encontrarlos, descubrirlos como descubriste los versos del once de septiembre y responder sobre la viga en tu ojo. Lo ignoro. También mucho de las chicas que aparecen y de la idea fantástica sobre caminar descalzo en un camino de tierra.

Compro Fierro es un pedazo, por eso me enorgullezco de enfrentarlo en otras poblaciones, otras vidas en una que no me pertenece, que por lo mismo es más mía que la mía. De eso hemos hablamos Juan, de ser poeta. El libro lo escribió primero el arrebol, tal cual como esta edición no es la primera. De eso hemos hablamos, de ser poeta, en esos actos, en esos enigmas, que por tales nos parecen menos. Creer en este juego de emancipación y apostar por lo contrario es juego a pérdida; hablamos de que los polos se mueven, se derriten, pero no dejan de ser polos en largos millones de años que nosotros jamás veremos. También de que la soberbia nunca ha sido nuestro pecado, de que no podemos dárnosla de victoriosos a destiempo, pero si de que hemos contemplado arreboles color algodón de pompones en Puerto Montt, mariscales de caleta, huellas de animales, escrito de nadie, saltos de gente desde un puente incendiándose; entonces podemos continuar la ruta aún ignorando de ella.

La historia era buena; vislumbraste que los poemas eran buenos, creativos a lo menos. Poderosos, discutí.  Entonces a hacer un libro, en la casa, mi casa en Monte Patria, Lagartija Ediciones se haría cargo; no llevé la cuenta, al menos los primeros cincuenta libros están numerados; un par de días imprimí varios, los ordené, corchetié, con una cuchara de té los presioné más; luego les pegaba las tapas con cola fría. Otros días fui imprimiendo de a poco, tranquilamente, escuchando música, volándome un rato; creo que he hecho unos cien más, no sé. El que tiene uno, guárdelo. De ahí, la mayoría no tengo idea donde están, tú te llevaste varios a Santiago, varios; los vendiste en el Parque Forestal, otros en la feria, hasta para Libro Libre se fueron, regalo para los amigos, intercambios de quien sabe qué; después contarás. Yo regalé un Compro Fierro a una Okupa de La Serena, se vendió uno en la feria del libro de Ovalle, un día hice trueque uno por unos esténcil, otro por unas revistas vegan, se me perdió uno en un bus, lo vendí al toqué a gente que lo vio, también los he regalado; ha sido entrada de alguna fiesta, pero principalmente no sé donde están.

En una oportunidad, en Santiago, me acerqué a un joven muy parecido a ti, o sea, a ti pero de dieseis años; esto fue en La Vega; el joven llevaba sombrero de vestir, chaqueta de cotelé, polera, zapatillas, un morral; tenía la cara blanca y le pregunté:

-¿Conoces a Juan Carreño?

-No.

-Entonces cuando lo conozcas pásale este libro.

Se asustó y se fue. Yo me quedé en La Vega a almorzar. Al rato un arrebol de antología sobre la ciudad, días de preemergencias, buenos días para comprar fierro, pensé. Te llamé. No estabas, nadie sabía donde estabas. Nunca nadie supo que fui a Santiago.-

0

Posts criptum

Por David Santos Arrieta.