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< Enero 2012 n°10

Olalla, Flavia y Daniel son artistas de generaciones cercanas, viven en Europa, pero provienen de diferentes ciudades y transitan por distintos escenarios. Sus obras son disímiles, dibujos, videos, pinturas, instalaciones; no obstante sus trabajos se pertenecen casual y estrechamente con ciertos temas que a todos parecieran tocarnos, el pasado, los recuerdos, los residuos, la desaparición  y transformación de la vida con el paso del tiempo.

Aquí podemos descubrir cómo estas tramas se van lentamente encontrando.

Olalla Gómez nace en 1982 en Madrid, ciudad donde vive.

“Por ahora todo fuga a la incertidumbre”

En tu trabajo aparece la idea de la levedad, imágenes que parecieran tener cuerpo pero que sin embargo están basadas en su propia desaparición, ¿por qué te interesa esa relación?

La relación que establezco entre levedad y desaparición, está relacionada con la falta de sustancia, corporeidad y trascendencia de nuestro día a día, que entiendo genera una memoria de similares características. Una identidad blanda de memoria amnésica.

¿Quienes son aquellos personajes -personas, edificios, lugares- que aparecen y se desvanecen a la vez en tus obras?

Por lo general siempre trabajo a partir de experiencias personales y de mi relación y observación del entorno más cercano. Por ello cualquier contexto por el que derive, objeto o individuo que se cruce en el día a día, puede ser susceptible de entrar a formar parte de la obra. Todo depende del proyecto que esté gestando en mi cabeza.

Cuando trabajas en tus pinturas retirando las cintas de enmascarado ¿aparece la idea de develar y revelar una información bloqueada, detenida en el tiempo?

Entre otras; aunque más bien el proceso sería el contrario, por medio del re-velado las imágenes se desvelarían. Las cortinas visuales que se van creando mediante el proceso de sustracción de las cintas muchos artistas han intentado representar lo irrepresentable partiendo de la borrosidad y la disolución de la imagen. Esto se liga íntimamente con la memoria individual y colectiva, ya que la dificultad de ésta para ser aprehendida justifica esa  dificultad de visión; ese velo obliga a imaginar a encontrar sentidos ocultos, lo que en el Romanticismo era una cortina visual creada a partir de la niebla, en éste tríptico se vuelve pixelado, ruido y sustracción de material que genera una tensión en la imagen mediante su ausencia. Una ausencia provocada por la destrucción de la imagen, que en mi caso responde al mundo que me rodea de hipervisibilidad, donde la saturación retiniana hace que no veamos nada paradójicamente. Por ello al releer la imagen se genera una formalización estética al re-presentarse.

El residuo urbano aparece en tu trabajo como figura principal, ¿Qué habría en estos elementos encontrados que te interesa rescatar?

Se puede saber mucho de una sociedad por sus residuos, eso está claro. En mi caso comencé a trabajar con estos elementos porque encontré en ellos una posibilidad de seguir trabajando la idea de ruina en un sentido contemporáneo; la destrucción tanto física como el concepto en si mismo de Ruina, me ayuda a dialogar con la fragilidad de la memoria, el instante y la identidad desde diferentes ángulos.

Supongo que ese rescate del que hablas es un intento por recuperar objetos, lugares… y darles un sentido más allá del mercado y la obsolescencia vertiginosa.

¿Integras en tus trabajos aquella percepción de pertenecer a muchos lugares a la vez, lugares que son parte del pasado o que serán parte de algún futuro?

Cuando he trabajado con lugares específicos, lo he hecho a partir de un elemento común, su desaparición física o la de su identidad. Sitios que han formado parte de mi vida y que poco a poco van desapareciendo; cada uno de esos lugares ha marcado mi memoria experiencial en mayor o menor medida; así que sí, la pertenencia es relativa y diversa, en cuanto al futuro… por ahora no creo haber planteado líneas que apunten a un más allá del momento presente, es un ejercicio difícil y por ahora todo fuga a la incertidumbre.

¿Crees que es posible construir una historia colectiva a partir de fragmentos y episodios personales? Se puede construir memoria a partir de la ficción?

Una Historia no, historias colectivas sí. La memoria no deja de ser pequeños “fotogramas” experienciales que nos componen. Desde la subjetividad y la relación con lo otro, creo que se pueden trazar pequeñas líneas vitales.

Flavia Mielnik nace en 1982 en São Paulo y vive en Madrid.

“La demolición es dueña de una doble imagen”.

En tus trabajos aparece el concepto de ruina, sin embargo es específicamente una ruina urbana que pertenece a un entorno ciudadano ¿porqué te interesan esos espacios?

Frente al ritmo acelerado en que nuestras ciudades se modifican y de la realidad vulnerable en la que vivimos, encuentro en la ruina urbana la oportunidad de entrar en contacto con pequeños fragmentos de historias antes que estas desaparezcan de todo. Para mi son como contenedores temporales de memorias y de micro historias en estado de extinción y a través de ellos creo que se puede generar diversas lecturas y preciosos registros de nuestra sociedad.

Una vez destruida una edificación, en muchos casos, queda en las paredes laterales del terreno, incrustado en los muros de las construcciones vecinas, una sección de fragmentos pertenecientes a la antigua construcción que había en este espacio. Un orden geométrico, compuesto por diferentes colores y texturas, dibuja en estas paredes las divisiones de diferentes espacios que un día pertenecieron al interior de una habitación, al de una cocina, un baño o un pasillo. Los azulejos, los papeles de paredes, las pinturas desgastadas y los objetos empotrados, permanecen en este espacio, como si la casa que los albergaba estuviera allí, pero la casa ya no existe más.

Regidos por una sinfonía ritmada al sonido de tractores y excavadoras, determinadas acciones van poco a poco substituyendo las edificaciones de la ciudad, transformando más que estructuras arquitectónicas las relaciones entre los individuos comprometidos con su lugar.

Mi acercamiento a estos espacios se originó en 2004, a partir de un encuentro con una pared que se encontraba en ruinas en un terreno localizado en el barrio “Pompéia” en São Paulo, mi ciudad natal. Hoy en día, después de haber cambiado de ciudad y de país algunas veces, también me interesa reflexionar sobre la forma en que un individuo de una cultura específica observa y entiende las ruinas de una ciudad distinta a la de su origen, generándose en estos momentos una confrontación cultural, de historia y referencias. De esta forma, cuando por primera vez me aproximé a una ruina de un país que no era el mío, percibí —en esta diferencia— que podía encontrar más que un fragmento de historia sobreviviente, rasgos propios de la memoria de un lugar. Y sobre eso me llamó la atención como puedo comprender con mayor precisión una ruina de São Paulo — sobre todo del barrio “Vila Nova Conceição” en el que he vivido 24 años — que una de la ciudad de Salvador, de Barcelona o de Madrid.

Otro aspecto propio de las ruinas urbanas y que me atrae mucho, es la inestabilidad temporal que permea en su entorno. En 2007 realicé una intervención en un terreno vacío localizado en la Calle Januário Cardoso, 122 del barrio “Vila Nova Conceição” en São Paulo. La idea era hacer algo efímero, que desapareciera después de algún tiempo con la construcción de una nueva vivienda.

Sobre el muro de los fondos del terreno, donde perduraban las marcas de la antigua vivienda que existía allí antes de ser derribada, he dibujado los objetos y el mobiliario de la casa —en un diálogo directo con la ruina, buscando en sus huellas la voz de una historia, de lo que un día pudo haber sido—. En este trabajo reposé la certeza de que las sucesivas mutaciones de la ciudad borrarían este espacio sobreviviente, y en esta expectativa abandoné la ruina como si fuera nuestro último encuentro. Por circunstancias mayores, —y para mi sorpresa— hasta los días de hoy (2011) la nueva casa nunca ha sido construida, el terreno continuó vacío y por consecuencia la pintura realizada en 2007 también ha permanecido en el lugar. Sin embargo su paisaje mutó, hubo cambios en la naturaleza del microsistema interno del terreno: la vegetación creció, la pintura se desgastó, la temporalidad se manifestó y la obra se incorporó a las transformaciones sucedidas en su entorno. Dándome cuenta, de que el control que puedo tener sobre mi trabajo insertado en el medio urbano, es relativo, y que este sufre de la misma vulnerabilidad que las demás estructuras físicas y humanas de la ciudad.

De dónde provienen aquellos personajes que habitan mediante el dibujo aquellas ruinas urbanas, ¿son personas y lugares reales o provienen de un imaginario que inventas?

Cuando me aproximo a una ruina voy dispuesta a construir un diálogo con este espacio y empiezo el trabajo dando voz a lo que ella me puede contar. Tanto su entorno (el contexto) tanto los detalles incrustados en las superficies de estas paredes, representan valiosas fuentes de información y inspiración que me nutren en mi proceso de creación.

Inicialmente parto de un trabajo más bien de registro y reconocimiento del territorio en cuestión y me doy cuenta de que en el momento de creación de los dibujos me desprendo de los hechos reales, propios de estos lugares y doy pie a una reconstrucción hipotética. A través de los dibujos busco estudiar formas de fusionar el espacio arquitectónico con el espacio del recuerdo, de entender el lugar y el individuo como un cuerpo único, o de integrar determinados paisajes en ruinas al fantasma que un día pudo haber habitado este lugar.

Actualmente estoy trabajando en una nueva serie, mezclando nuevamente dibujos y fotografías, que formará parte de la exposición Historias, sombras y casas —que inaugurará el 28 de diciembre en Madrid en el espacio expositivo del “Microteatro por Dinero”—. En estas obras, por ejemplo, mi intensión es abordar la “casa” y la “pérdida de estos hogares”, desde la presencia (o de la sombra) de personajes y de los vínculos tejidos en la esfera de lo privado, cuando se habita un lugar.

Está presente en tu obra la idea de la demolición, pero es una demolición viva, es decir el residuo logra subsistir en la ciudad, ¿Cómo armas estas relaciones con el dibujo?

La demolición, para mí, es dueña de una doble imagen. Por un lado singulariza la muerte de un lugar y por otro, mientras no sea construida la nueva edificación, es un lugar sobreviviente, que a través de residuos materiales y simbólicos, pone en evidencia los vínculos de pertenecías que un día fueran tejidos en la esfera de lo privado, entre la casa y sus habitantes.

En relación a esta demolición viva o muerta, una imagen que me llama mucho la atención es la de los edificios en que están a punto de desmoronar (producto del tiempo o de inestabilidades estructurales de su construcción), pero cómo son patrimonio histórico no pueden caer. Para esto se instala en su exterior estos andamios, hierros y rejas cuya función es dar estabilidad a este frágil cuerpo antes que se pierda de todo. Para mí esta imagen equivale a un organismo en estado de coma, que tiene que estar ligado a las maquinas para que siga vivo.

De esta forma creo que en los residuos urbanos reposan los detalles que revelan la constante transformación de nuestras ciudades y sus distintos estados de mutación. Como “detective urbana” y “antropóloga artista” en ellos encuentro las evidencias que me permiten reconstruir ambientes y leer borrosos fragmentos de un lugar. Por fin, en mi trabajo, los dibujos empiezan donde terminan las informaciones vivas en estos residuos.

¿Aparecería un vínculo entre la pérdida del hogar y su constante reconstrucción o recuperación?

En relación a una demolición viva o una ruina circunscrita en el medio urbano, percibo que estos espacios están sujetos a constantes mutaciones y que la pérdida del hogar corresponde a unas de las fases de este conjunto de transformaciones. Esta sobreviene como imagen de ruptura de un futuro de vida, de un encuentro entre un lugar habitado y los individuos involucrados en ello, de un casamiento.

Por esta razón, cuando entro en un terreno donde residen estos fragmentos de ruinas, mi primer impulso es de reconstruir con la mirada las posibles realidades que podrían haber existido en este espacio, como forma de rescatar una historia borrada. El dibujo, en este caso, es el lenguaje que me acompaña en la restauración de estos ambientes, hilando un diálogo a tres voces entre lo que me puede contar el entorno de la ruina, lo que me provoca estar en contacto con ella y lo que crearé a partir de estas percepciones.

¿Integras en tus trabajos aquella percepción de pertenecer a muchos lugares a la vez, lugares que son parte del pasado o que serán parte de algún futuro?

Sí. El tránsito por los lugares es un aspecto que está muy integrado a mi obra y a mi forma de trabajar.

Para mí el sentido de transitar por distintas ciudades es que en cada viaje o cambio de morada, reposa el encuentro con una nueva realidad. En este recorrido incansable, conformando mi manera de comprender los problemas reales del ser humano en la construcción de su identidad y en su forma de habitar las ciudades, confluye la oportunidad en recolectar y finalmente expandir testimonios, imágenes y rasgos propios de cada lugar, su transformación y ruinas.

Entiendo mi transito por los lugares como campos de ensayo, donde desarrollo sistemas de trabajo y metodologías de apropiación y entendimiento con los entornos. Por esta razón, cada obra producida a lo largo de mi trayectoria artística establece siempre una relación de pertenencia con el lugar donde fue realizada.

Creo que cuando empecé a moverme de lugar, casa y ciudad he dado inicio a un collage de referencias y valores que sin duda me hace pertenecer a muchos lugares a la vez. Finalmente en el hecho de transitar por ellos, entre idas y venidas, encuentro la posibilidad de revisar y reinventar mi forma de percepción del entorno y de esta forma un lugar que formó parte de un pasado, en un futuro podría estar sujeto a nuevas lecturas.

¿Crees que es posible construir una historia colectiva a partir de fragmentos y episodios personales? Se puede construir memoria a partir de la ficción?

Como artista y ciudadana entiendo que no sólo los documentos construyen formas de registrar y reflexionar sobre la realidad de nuestras ciudades.

Incorporando mi obra como instrumento en el reconocimiento de mi entorno, mi intensión es tejer relaciones con una realidad contextual —los conflictos provocados por la transformación del espacio habitable, y sus problemáticas a nivel social, como el desalojo, el abandono involuntario de la morada y la pérdida de las referencias de un entorno—y otra hipotética, intensificando el despliegue de la historia real de un lugar, buscando aterrizar en una dimensión más borrosa e imprecisa de las realidades domesticas universales.

De esta forma creo que en la ficción reposa una forma más de dar visibilidad a casos e historias a punto de desaparecer, como respuesta inmediata al tiempo real en que vivimos.

Daniel Urria nace en 1976 en Hamburgo y vive en Berlín.

“Recordar es de alguna manera un proceso creativo”

En tus trabajos aparece la idea de la brevedad, escenas fugaces pero que permanecen en el tiempo producto de su repetición, ¿por qué te interesa esa relación?

Me interesa mucho lo que sucede con una imagen en movimiento cuando es repetida constantemente. La repetición le otorga una constancia en el espacio que la transforma casi en un objeto sólido. La brevedad de las escenas que utilizo, propicia esta transformación ya que la memoria alcanza a abarcar  la totalidad de la escena como bloque.

¿Cómo son esos personajes que reiteran sus gestos y acciones en tus videos? ¿De dónde provienen, son basados en personas reales? ¿Trabajas con actores?

Por lo general trabajo con actores aficionados. Intento que los personajes estén despojados de carácter y motivo, son parte de la escena pero no tienen carga narrativa. Están absolutamente supeditados a la idea o al proceso.

¿Ves en tu obra la idea de perder la memoria en corto tiempo y de recuperarla mediante el ejercicio de insistir sobre un mismo recuerdo?

Paradójicamente a nivel neurológico, la insistencia sobre un mismo recuerdo no recupera la memoria sino que la modifica. Recordar es de alguna manera un proceso creativo, ya que al traer al presente el momento a recordar, éste pierde nitidez y se encuentra en otro contexto que lo transforma en algo nuevo. Cada vez que recordamos se produce este proceso en el que lo recordado se libera de materia excedente, adquiere nuevos matices, transformándose. Esta idea está presente en mi obra.

En “Residuos” hay una cierta estética atemporal y sin lugar, como si no se pudiera precisar donde transcurren los hechos ni en qué época, ¿por qué pasa eso?

Así como gradualmente las actuaciones se alejan de la primera recreación o más bien evolucionan, el espacio en que se desarrollan tiene su propia evolución. Durante el proceso de realización utilicé espacios similares pero en una de las recreaciones me vi obligado a intervenir un espacio. Esto dio pie para que recreara mi intervención en la siguiente la cual derivó en espacios en donde el carácter de set se fue acentuando. Los espacios adquirieron así una atemporalidad teatral.

¿Integras en tus trabajos aquella percepción de pertenecer a muchos lugares a la vez, lugares que son parte del pasado o que serán parte de algún futuro?

La idea de pertenencia a un lugar no creo que esté presente en mi trabajo. Los espacios que muestro carecen de lugar. Lo que si integro es la idea de constancia en el tiempo. La posibilidad de que dos o más eventos sean parte del pasado y del futuro a la vez.

¿Crees que es posible construir una historia colectiva a partir de fragmentos y episodios personales?

Creo que el termino historia colectiva es una contradicción. La historia no puede ser colectiva porque siempre se hace historia desde alguna posición que difiere de otra. Creo que una memoria colectiva, precisamente de fragmentos y episodios personales,  se está construyendo online mediante los millares de textos, videos y fotos que se suben cada día a la red.

¿Se puede construir memoria a partir de la ficción?

Estoy convencido de ello. Nuestra memoria no es más que un cuento que nos contamos y nos volvemos a contar aderezándolo cada vez con otras experiencias. Ficción pura.

 

 Videos de Daniel Urria

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