Entrevista a partir de “Compro fierro”, de Juan Carreño

Ediciones Balmaceda Arte Joven.
Santiago, 2010. 84 pp.
Nota preliminar de Rodrigo Hidalgo.

“El riesgo es el que siempre hay que correr. Sin riesgos sólo hay palabras.
La poesía debe ser un riesgo. En este caso, es el de que no te entiendan
en ciertos lugares donde no se utilice este tipo de habla…”

 

“Avispa la paila lector, la ascurría es gratis”. ¿Cómo trabajas la oralidad del texto? ¿Qué distinción haces entre leer y escuchar?

Trabajar la oralidad no tiene gran ciencia, no hay ninguna magia detrás de eso, sólo hay que estar conciente de que se trabaja con el lenguaje, específicamente con el habla de una zona específica, por lo tanto debes aferrarte bien a la reglas del juego. Aquellos que creen que trabajan con la oralidad o los que se las tratan de dar de choros y en vez de escribir “Conchetumare” escriben “Conchadetumadre”, están fritos. Al leerlos se les nota lo hechizos que son. Pasa lo mismo con la palabra “Güeón”, que muchos la escriben como “Huevón”. Si se quiere trabajar con la oralidad, o con el habla, que es como mejor lo entiendo, debes tener la oreja bien afinada para que al momento en que otro lea el texto, ojalá uno de los mismos habitantes de los cuales se rescató ese especio de lenguaje, se pueda reconocer. Se trata de que el lenguaje no se transforme en un sistema de instrumentalización del otro, que no se le trate de dominar por medio de la lectura, sino que sirva como un espejo para reconocer el propio ritmo, la sinuosidad y los abismos que puedan existir en el habla de una comunidad. En este caso escuchar, escribir y leer vendrían encadenados al definir que la poesía está en los otros, que el poeta es un hilo conductor entre poesía y poema.   
 
 
Dedicas Compro fierro a tu hermano, que todavía no sabe leer. ¿Qué importancia le otorgas a leer, a la lectura?

Sí, se lo dedico a mi hermano Mono, el cual hace un par de años no sabía leer. Lamentablemente ya está en el colegio. El actual sistema educativo chileno no educa, sino que endeuda y mediocriza. Los profesores, sobre todo los de escuelas para las clases medias que cuentan con ciertos subsidios del gobierno, son unos arribistas sin imaginación que creen que el desarrollo personal es hacerte leer Paulo Coelho u Og Mandino (si te hacen leer Isabel Allende o Alberto Fuguet ya se creen progresistas), como si la lectura sólo fueran manuales para pequeños emprendedores con esporádicas crisis existenciales, las cuales pueden ser rellenadas con novelillas del sistema dominante que trata de imponer la ley del más fuerte, una suerte de selección natural donde el que tiene más posibilidades de pisotear a los demás puede surgir y encajar en el modelo. Digo esto porque a mí en la escuela sólo me hicieron leer mierda. Mierda reaccionaria tipo “El Principito”, “El vendedor más grande del mundo”, “El Alquimista”, “Mala onda”, puras caricaturas individualistas que fijan su objetivo en el egoísmo, en centrar la mirada en el ombligo de la gente, fomentando la desconfianza, el arribismo, en correrse la paja mirando tu propio carnet.
 
 
¿Qué riesgos se corren al usar el lenguaje de la esquina, el moteo, lunfardo chilensis, como indica Rodrigo Hidalgo presentando el libro?

El riesgo es el que siempre hay que correr. Sin riesgos sólo hay palabras. La poesía debe ser un riesgo. En este caso, es el de que no te entiendan en ciertos lugares donde no se utilice este tipo de habla, para ello tal vez deba hacerse una traducción del libro dentro del mismo Santiago, con notas a pie de página, qué sé yo. Pero en este sentido no me interesa mucho que no se entienda el libro, las aspiraciones a la universalidad en poesía ya deberían estar caducas, y las de venir a dárselas de “Vaca Sagrada” cantando “Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta”, también.
 
 
La marginalidad más allá de la marginalidad de quienes habitan la periferia… ¿Qué sugieren para ti las palabras marginalidad y periferia?

Marginales son los que decidieron poner a toda la gente en poblaciones a una hora o más de sus lugares de trabajo. Marginales son los que idearon las comunas dormitorio. Marginales son los publicistas, las empresas que nos invaden de publicidad, que nos incitan a ser lo que compramos, hasta la educación misma. La publicidad educacional a fin de año es un asco. Marginal es un tipo como Hinzpeter que promueve la violencia de Estado contra los movimientos sociales. Marginal es la gente que celebra la muerte de 81 presos en el incendio de la cárcel de San Miguel y que luego llora por la muerte de Camiroaga al nivel de cómo si se les hubiera muerto un amigo, un familiar. La marginalidad no tiene que ver con periferia. La vida de Piñera, en su arribismo, es marginal.
 
 
“En el arte, como la literatura, se encuentra también en estado embrionario. Los artistas en general, son individuos ricos que buscan en el arte la manera de pasar el tiempo haciendo algo diferente de los demás.-” (“De un libro que estaba en la basura de la feria”) Cómo ves el falsete de la marginalidad, del margen, de un lugar que no es propio para muchos poetas que abordan el tema. ¿Es posible verlo desde afuera? ¿Hay diferentes capas de marginalidad y periferia?

Para mí, el concepto de marginal, de marginalidad, no lo tomo como cual. Es una herramienta más de trabajo que me tocó vivir. Si me hubiera tocado vivir en otra circunstancia sería distinto. Por mí que las personas más fachas, más fascistas, más pinochetistas de este país, escribieran poesía en primera persona, expresando lisa y llanamente, al pan pan y al vino vino, lo que de verdad creen, lo que de verdad piensan, sería extraordinario. Siempre es bueno marcar posiciones para saber con quiénes se está jugando.
 
 
Compro fierro está registrada bajo licencia Creative Commons. ¿Dónde sitúa a un autor dicho gesto? ¿Qué significa para ti el mercado editorial?

No sé ha dónde situará a otros autores dicho acto, por lo menos a mí no me interesa donde me instale tal gesto. El hecho de sacar esa licencia fue circunstancial. Fue idea de un amigo, David Santos, el cual me dijo que para ahorrarnos las lucas que significaba la inscripción en el registro de propiedad intelectual, cuando editamos a mano la primera edición, podría sernos útil Creative Commons. No nos interesaba ganar plata con el asunto, era una apuesta de caballos por el gusto de ver los caballos correr solamente. Y con respecto al mercado editorial, acá en Chile los libros son tan caros que para cualquiera que considere importante que su obra sea leída debería considerar el tema de la auto edición o la publicación en Internet. Acá en mi población por lo menos son pocos los que van a gastar plata en comprar un libro de cinco o más lucas cuando con eso puedes hacer almuerzo para tu familia.
 
 
Inevitable, tópica, pero creo que es necesario preguntarte cuáles autores te han marcado, qué autores estás leyendo, qué lees ¿de todo? ¿Hahn, De Rokha, Cuevas? poesía, narrativa, filosofía…

De chico me leí la Biblia entera y La Constitución del 80, que me regaló mi abuelo. Leía lo que había a mano. Luego apareció como un fierrazo en la cabeza Henry Miller, los Beat y Bukowski, gracias a Jaqueline Cuminao, la excelente bibliotecaria de un pésimo colegio en el que estuve. Levy-Strauss, con Tristes Trópicos, fue otro charchazo. Ahora leo el “Circo en llamas”, de Lihn, que es como meter la cabeza en agua fría y seguir ardiendo.
 
 
¿Cuándo empezaste a recolectar recortes del diario, a fijarte en la basura, en libros despreciados en una feria?

No lo sé. Siempre fui bueno para recoger basura. A veces recojo cosas del suelo cuando no tengo nada para leer a mano, ya sean boletas, diarios, etiquetas, manuscritos. Y no es que los coleccione como Redolés, pero siempre hay fisuras, imperfecciones en aquellos textos que pueden resultar mucho más interesantes que ciertas escrituras perfeccionistas que se están realizando actualmente en Chile.
 
 
¿Tienes una máquina de escribir? 

Tuve dos Olivetti, pero las reventé. No es bueno confundir una máquina de escribir con un piano, sobre todo cuando se tiene rabia.
 
 
¿Qué lugar ocupa la familia como tema en tu poesía?

Es primordial. Son los primeros que nos envenenan, ya sea para bien o para mal, pero son los primeros. De hecho actualmente estoy trabajando en un texto que trata de cómo escribiría un hijo del incesto sobre su experiencia. No debe ser fácil que tu padre sea tu abuelo y tu hermana sea tu madre a la vez, de hecho lo asocio a un nivel histórico nacional, porque desde que se volvió a la democracia en los noventas, La Concertación se dejó culiar por el sistema económico impuesto por Pinochet, dando como hijos a todos los que hoy se están manifestando en las calles, los cuales le exigen a los representantes de este delito, de este incesto, que reconozcan su crimen y asuman sus culpas. A los hijos del incesto no se les reconoce como hijos, sino como bastardos, bastardos resultantes de un hecho antisocial como el modelo estrella que significó Chile hace algunos años y que ahora se va a la mierda, junto con Piñera y toda la clase política actual.