Soledad Fariña, entrevista RL + adelanto de “Yllu” (Lom, 2015)

sole fariña

 

 

Soledad Fariña.  Poeta y artista visual nacida en Antofagasta en 1943. Entre otros títulos, es autora de El primer libro (1985), Albricia (1988), En amarillo oscuro (1994), Otro cuento de pájaros (1999), La vocal de la tierra (1999), Narciso y los árboles (2001), Se dicen palabras al oído (2007) yAhora mientras danzamos (2012). Entre 2002 y 2012, estuvo a cargo del taller de poesía de la Escuela de Literatura Creativa de la Universidad Diego Portales. Entre 2005 y 2010, impartió cursos de Literatura y Literatura Infantil en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. Ha obtenido la Beca de Creación otorgada por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. En 2006 obtiene la Beca Guggenheim. Actualmente vive y escribe en Mirasol, Quinta Región

 

Entrevista RL

¿Qué significa Yllu?

La terminación quechua yllu es una onomatopeya. “Yllu representa en una de sus formas la música que producen las pequeñas alas en vuelo; música que surge del movimiento de objetos leves. Se llama tankayllu, al tábano zumbador e inofensivo que vuela en el campo libando flores. Agita sus alas con una velocidad alocada, para elevar su pesado cuerpo, su vientre excesivo. ¿Por qué sus pequeñas y endebles alas mueven el viento hasta agitarlo y cambiarlo?” (José María Arguedas, Los Ríos Profundos).

 

¿Qué libros marcan la escritura de Yllu?

Historias de amor, de Julia Kristeva; En estado de memoria, de Tununa Mercado; Los ríos profundos, de Arguedas. Bajo el Volcán, de Malcom Lowry. Ubik, de Phillip K. Dick. Diversos poemas de Wislawa Symborska y Adrienne Rich. Psicología y alquimia de Jung. Las Metamorfosis, de Ovidio. El libro tibetano de los muertos.

 

¿Cuánto demoró su escritura?

Muchos años, muchas versiones, muchas pausas y luego retomar la escritura, la lectura.  Cuando murió mi padre a principios de los 90 quise esbozar una escritura que tuviera su forma de mirar la vida (y la muerte).  Mi intento fue escribir una novela o poema de los lazos más sutiles de una familia, empezando por lo que yo suponía podría haber sido la escritura de mi padre durante sus años de invalidez.  Me volqué a ciertas lecturas que podrían constituir esa voz –literatura clásica, griega, latina, libros sobre alquimia, tratados antiguos sobre minería (una de sus facetas había sido la búsqueda de vetas de cobre)-; pero también incluí Bajo el volcán, para mí  una novela perfecta, cuyo protagonista atormentado por una ética que subyace a todas sus acciones, no ve otra salida que descender al abismo para buscar la verdad. En ese segmento me demoré años, fue el que más trabajé y el que más “podé” en la versión final. En el segundo segmento está la voz de la madre en distintas etapas de su vida: juventud, madurez, recuerdos, aquí sólo recurrí  a mi percepción sobre mi madre y sus recuerdos. A través de pequeños relatos, en el siguiente segmento  el hijo reflexiona sobre el amor, el suicidio, la traición, también está someramente delineada  la relación arcaica (crística) en que el padre ordena el sacrificio del hijo, es decir, el hijo ofrecido como víctima. Los  siguientes segmentos corresponden a las tres hermanas: recuerdos de infancia, el mundo de la naturaleza añorado desde el encierro de la escuela, la soledad, el abandono, la llegada de las palabras, reflexiones donde se combina el relato, el poema, el drama. El último segmento corresponde a los instantes de la muerte del padre. En fin, en esta saga familiar intenté dar cuenta de la herencia más profunda, la menos visible (como Yllu, el aleteo leve) pero la más tenaz.
 

¿Qué dijo tu editor o primer lector cuando leyó los manuscritos?

¡OH! Soledad, es bello, pero ¿por qué tan complicado?  (mi primer lector Claudio Bertoni)
 

¿Qué lugar ocupa este libro en tu proyecto literario?
 
Numéricamente el 12, personalmente el 1 por ser  el  más cercano y el más expuesto, tanto por el espejeo de  mis fantasmas, miedos, carencias, creencias, como por la sensación de nunca haber llegado a la perfección en la forma. 


¿Cómo escribes? ¿Algún método o rutina?

Cada libro es distinto en su rutina, creo que ya expliqué un poco cómo escribí Yllu


¿Tiene nombre tu próximo proyecto? ¿De qué tratará?

“Todos volvemos a Comala”, escribo sobre la etapa vivencialmente más importante para mí: los 60 – 70, el compromiso político y la casi imposibilidad de reflejarla con el lenguaje de hoy.


De qué preocuparse y de qué no…

Justamente de eso. Hasta cuándo me voy a preocupar de “eso”.


Últimos descubrimientos personales en música, cine y letras.

¿Música? Mis gustos son antiguos, sigo escuchando a Bach,  sigo escuchando blues, pero me gustan muchos hiphoperos nacionales muy desconocidos por el público.

En cine apuesto por la dupla José Luis Sepúlveda-Carolina Adriazola: El pejesapo, Mitómana, Crónica de un comité y por su proyecto de la Escuela Popular de Cine, de donde han salido buenos cortos.

En literatura, tres regalos llegados de Perú: la edición facsimilar de Puerto Supe, de Blanca Varela. Breviario, del excelente y casi desconocido poeta y narrador Gastón Fernández. Y un extrañísimo libro  sin nombre de autor y sin título, cuyo epígrafe dice:

You are the law of rigidity
come back in trough
the smallest wound-rose
female part of my flesh

Falta, libro de poemas de la española Pilar Fraile Amador, publicado por Amargord, en Madrid.

En poesía chilena, el último libro de  Gladys González, Calamina. La Indiferencia, de Oscar Orellana, Compro fierro de Juan Carreño hace 3 años me sigue sorprendiendo; Michel Jordan, de Francisco Ide; Los Grandes Relatos, el último libro de Javier Bello,  con el que hay que deleitarse lentamente y Llaves del pensamiento cautivo, de Alejandra del Río, además de una hermosa y pequeña novela: Los Emisarios, de Verónica Jiménez Dotte.

También me han llamado la atención dos libros de poesía muy recientes: La velocidad de la caída de Florencia Smiths  y Una mujer sola siempre llama la atención en un pueblo, de Natalia Figueroa.

 

El futuro de Chile ¿dónde está?

Ahí, pues, en la poesía, en el cine joven con propuestas distintas. Si el arte y la poesía en particular –la lectura, la escritura- logran traspasar las barreras de la elite a través de la incorporación de talleres en la escuela desde la educación inicial, tendremos niños y jóvenes que se detienen, se demoran, piensan y crean. Ahí está el futuro: pensamiento, creación, acción.

 

Extracto de Yllu (Lom, 2015)

Yllu-200x0-000025170100174

 

El canto de la madre                                                                                            

 

Quiero pensar siempre en la antigua y sombría Devi
el Deseo la agita: su bello rostro chorrea de sudor amoroso.
Lleva un collar de bayas rojas y negras
está vestida de hojas.

Tantras, Himno IV

  Juventud

(Recitativo corto)

 

vamos Chuzo vamos! entierro mis talones desnudos en sus ijares, él levanta un instante las orejas nerviosas y se lanza en carrera veloz hacia el otro potrero, el de las amapolas, a lo lejos distingo el horizonte rojo. Vamos vamos, apuro, sola, montando en pelo, mis muslos transpirados rozan se incrustan en su pelaje húmedo, somos uno Chuzo, le digo, Chuzo Chuzo,  él  entiende mi desvarío por el sol, por el aire, el olor de la alfalfa del potrero, la carrera sin límite hasta llegar a este  océano rojo, intenso, extenso… nadie cree que esto es real, ¿qué importa?, montar así  es cosa de animales, sí, soy salvaje, contesto besándole las belfas, a él no le importa, de un salto atraviesa la zanja y ya estamos, chuuuuu, chuuuu, le digo tirando hacia atrás las riendas, él me entiende y se detiene en seco, me deslizo por su lomo, él baja la cabeza y roza un poco la yerba, luego me sigue en mi carrera:  rojo, rojo, digo sintiendo la caricia  de los pétalos hasta que extenuada me dejo caer, Chuzo Chuzo, aquí aquí;  él, más parsimonioso,  al fin dobla sus patas y se echa, ojo y ojo se encuentran, se espejean, movimiento nervioso orejas belfas hocico,  miro: rojo abajo, azul arriba, en medio oliéndonos, gustándonos, mi caballo y yo misma,  éste es el universo…

 

Madurez

(Aria)

Cuál será el origen
de este dolor antiguo
quizá es este  cuerpo y su deseo
negándose a salir del recodo  de ramas
que lo ocultan
o tal vez  el designio de pasar  esta lengua
una vez y otra  sobre la misma  herida

 o la danza  por esta cuerda floja
tan viva  que los poros se alargan
en forma de tentáculo  tersura
de una piel en su tibieza líquida
de sangre de saliva   de semen

tengo  una llaga    una herida
tengo un torrente
el corazón  se ha estrujado
y hay tanta nube  tanto viento
a destiempo  que los ojos
no saben qué  hacer  con el agua
que inundará esta mesa esta silla
el mantel  también será  inundado

y  el magnolio   el olivo

tanta humedad  en una sola llaga
que todo lo devora
que todo lo deshace

pero esta vacuidad  no es el vacío
es un lleno  de árboles
que se hablan  uno al otro
sin  saber si están solos  o se tienen
quizás  en las raíces

mis hijos mirándose  como árboles
amándose  como árboles


Los recuerdos

(Coro final)

 

El sol iluminó la mesa blanca,  el mantel se abrió como una boca.  Sí las mañanas están  más cálidas.    Sí es primavera y aquí traigo pedazos de recuerdos.     Él  baja la voz  rumiando  sus historias,   me dice que en las noches  acompaña el runrún de su cabeza  con alguna  melodía escuchada al azar,   pero su oreja aguanta poco.

 

Mira la diafanidad del aire,  le digo,  mira como el viento nos acaricia la piel,   fue solo ese  momento,  me dice, porque  ahora  es la sombra  y en la sombra es la música o nada.      Mira,  le digo  el pasto  reverdece  y por esa humedad corretean  las tres,   sus cuerpos frágiles como ramas de sauce doblándose  hacia el agua.

 

Habrá que protegerlas me dices, encerrarlas,   habrá que masticarlas te digo,   tragarlas como  pétalos,  habrá que distanciarlas de los nombres,  me dices, habrá que volverlas a la incerteza que late, te digo.

 

Ellas me piden cuentos en las noches.    Palpen, sientan como  nada este pez en mi pecera oscura, les digo.   Escuchen como mezcla  sus escamas  rojizas con las mías azules. Ellas miran, tocan, palpan, pero ha llegado el tiempo  de abrir  esta compuerta,  el agua nos inunda de momentos antiguos, mohosos  y de ahí  se devuelve a  humedecer mi corazón tan seco.

 

Anoche dormí mal,  imágenes de errancia, alguien viajaba,  promesas  susurradas al ritmo de los rieles,    llegábamos a un pueblo,   a la plaza del pueblo, boleros las noches de verano, una glorieta, una fuente,   subíamos los cerros,  los cercanos  -piedras cascajo suelto-  las cabras lo habían despojado de cualquier hierbecita, una hilacha era el río.  Ya no existe ese pueblo, me dice y sigue cavilando   bajo el magnolio, los ojos hacia adentro.

 

Qué piensa qué es lo que piensa.    Mira le digo, mira   sus ojitos,   su frente,  tan erguido.   Míralo,  tiene una vena,  un aliento,  aquí fuimos felices, le digo.  Lo que duró el verano en este papel viejo,  me dice devolviendo la foto.    Sí, ese otoño tuve que alejarme,  cavernas de tristeza, consumición, delirio,   cómo hablarles del encierros  sin poder ver las nubes ni corretear por la hierba,    bajamos al río,    había angustia pegada a las hojas,   un olor impregnado de lágrimas,    pero nadie lloraba.  Ahí estaban los colores: amarillos húmedos,  ocres goteantes,  algunos rojos y el río en sordina como eco a mis palabras que caían también como goteo: que fueran obedientes.   Ellas  miraban, ¿obedecer  a quién?,  ¿a las hojas?, ¿al ritmo del agua?, ¿al nudo en la garganta?,  ¿a la soledad de las piedras?, ¿a su indefensión de no entender qué palabra las dejó ahí tiradas  como una piedra más?   o entenderla, sí, pero no pronunciarla y dejarla para siempre tartamudeando en la boca.   El otoño, usted sabe, hace que enmudezca la voz,  su dorado hace entornar los párpados,  no de resplandor sino de ganas de vestirse con las voces oscuras de algo que se aleja,   de algo que cae irremediablemente.   Aquí hay un clima raro, un sol brillante afuera y mucho frío dentro.    La duda en la palabra me hace perder certeza en lo que escribo.    Pero mi niño   tan  sólo balbuceaba y cómo iba a entender esto de los colores con sus ojos risueños  ¡Cuándo te volveré a ver! ¿Qué verás y quién te nombrará las cosas? ¿Quién te enseñará las inflexiones de la palabra pena, la palabra tristeza?   Separarnos, perdernos de los cuerpos, también de los cuerpitos.