Alejandro Zambra: Facsímil. Por Aldo Perán.

 

Alejandro Zambra: Facsímil
Hueders, 2014.

108 pp.
$8.500

Por Aldo Perán.

En incontables ocasiones cuando un autor vuelve a los mismos tópicos y profundiza los mismos problemas que tensionan las tramas de sus obras, terminan por cansar al lector, el cual termina conociendo de antemano la manera por la cual los hechos se van a desarrollar, transformando el ejercicio de la lectura en un acto monótono. Facsímil, de Alejandro Zambra (Hueders, 2014) avanza por el sendero opuesto.

Luego de Mis documentos, última entrega publicada por Anagrama (2013), Zambra nos sitúa desde una escritura novedosa, en el tiempo y lugar que han tenido sus dos últimos libros: el Chile de la dictadura y los inicios del período posdictatorial. Con un formato que emula los facsímiles con los cuales se prepara la prueba que define el ingreso al sistema de educación superior, el autor de Bonsái vuelve a introducirnos en los recuerdos generacionales de quienes vivieron su infancia y juventud bajo el Chile de Pinochet. Las referencias a la dictadura en la primera sección –“Término excluido”– adquieren una forma irónica de narrar los ochenta: Junta, Apagón, Allanar, Resistencia, Proteger, Secreto y Silencio. A partir de estos términos, que forman un conjunto, adviene una inevitable –como lúcida– complicidad con el lector, el cual se ve obligado no tan solo a leer cada opción en formato de selección múltiple que acompaña cada ejercicio, sino a elegir, y con esto, posicionarse ideológicamente con el escritor. Lo mismo sucede con la segunda y tercera parte –“Plan de redacción” y “Uso de ilativos”–, secciones que presentan una escritura arriesgada y que en algunos casos recuerdan que antes de ser el autor de Bonsái o Formas de volver a casa, Alejandro Zambra escribió poesía. Gran parte de los ejercicios que preceden a la sección “Comprensión de lectura” poseen un registro poético que apuesta mucho más que las temáticas que componen cada sección, puesto que la decepción amorosa, los conflictos familiares y la soledad que ahonda la sensación del fracaso, sirven a una escritura que apuesta por la precisión y la rapidez. Facsímil es, en ese sentido, un libro que se lee de una sola vez.

La última sección –“Comprensión de lectura”– es la más atractiva de todo el conjunto y es donde Zambra vuelve a sorprendernos con tres textos de excelente calidad. El primer texto se puede comprender como una ampliación u extensión del relato “Instituto Nacional” de Mis documentos, como también del ensayo “Lecturas obligatorias” que compone el libro de crónicas y ensayos No leer (Ediciones UDP, 2010). En estos, Zambra rememora su paso por el histórico recinto educacional y relata que es inevitable no alterar el normal desarrollo del aprendizaje a partir de los estándares impuestos por el colegio. Entendemos por esto la conformación de técnicas que entienden la trampa y la pillería como estrategias de sobrevivencia, ante lo que el autor considera un recinto que no era sino un preuniversitario que duraba seis años. El elogio de la copia, como también podría llamarse este texto, nos presenta las artimañas de dos hermanos gemelos que, para volver a estrechar lazos, tuvieron que hacer trampa para volver a estudiar juntos. La solidaridad que se gesta en los colegios ante las reglas y la dureza del ritmo de estudio, se transforma en la munición con la cual Zambra dispara contra la educación chilena. Facsímil no es ajeno a destacar y apuntar contra las precariedades del sistema educacional chileno. Zambra lo explicita por medio del profesor de Religión, quien sostiene: “Los prepararon para esto, para un mundo donde todos se cagan entre sí. Les va a ir bien en la prueba, muy bien, no se preocupen: a ustedes no los educaron, los entrenaron”.

Los dos textos que siguen y finalizan Facsímil abordan la fragilidad conyugal, sin dejar de considerar elementos que contextualizan acontecimientos relevantes de la historia chilena contemporánea, tales como la eterna tramitación de la ley de divorcio como también la posibilidad de que Pinochet fuera juzgado por la responsabilidad de los crímenes cometidos en dictadura (“lo urgente es que Pinochet vaya a la cárcel, que lo juzguen, que lo hagan mierda, lo urgente es encontrar los cuerpos de los muertos, lo urgente es la educación”).  La literatura sobre los padres clausura finalmente este nuevo libro de Alejandro Zambra. Nuevamente, y a través de una carta de un padre a su hijo, expone las dificultades que comprometieron y desmoronaron la unidad familiar que es representativa de toda una generación (“No queríamos tener un hijo. Lo que pasa es que entonces éramos hijos. Éramos tan hijos que la posibilidad de ser padres nos parecía tremendamente lejana”).

La última parte que compone este nuevo libro de Zambra puede también agruparse como una tentativa reflexión sobre la posibilidad siempre latente del fracaso. Los personajes de todos los textos que componen la sección “Comprensión de lectura” están orientados por la posibilidad –o no– de fracasar en aquello que les determina su existencia: el miedo a fracasar como estudiante, como esposo y como padre, tres categorías que han entretejido la constelación que compone gran parte del universo narrativo del autor. Resolver adecuadamente un facsímil se transformó, para varias generaciones de estudiantes, en la única alternativa de no fracasar.