Rebecca Solnit: Wanderlust, Una historia del caminar. Por Joaquín Escobar

 

Rebecca Solnit: Wanderlust, Una historia del caminar.
Hueders, 2016.
480 páginas.
$16.000.

Por Joaquín Escobar

 

Uno de los ejercicios que más realizamos a lo largo de nuestra vida es caminar. Lo hacemos indistintamente hacia trabajos, fiestas, hoteles o desencuentros, para estas circunstancias no importa el lugar, lo relevante es que nuestro destino siempre será alcanzado, en algún momento, por nuestro andar. Una caminata es algo tan incorporado a nuestra vida que nunca nos detenemos a reflexionar sobre ella. Nos acompaña completamente integrada en un silencio que no permite cuestionamientos ni detenimientos, como si el haber estado siempre allí, le otorgase el derecho de ser incuestionable. Es Rebecca Solnit quien quiebra esta quietud con Wanderlust, Una historia del caminar, un interesante ensayo que desmenuza el andar desde la filosofía, la política, la biología y lo cotidiano. Diversas aristas buscan respuestas para múltiples y fértiles preguntas: ¿Desde cuándo caminamos? ¿Existen diferencias entre las caminatas grupales y las solitarias? ¿Todos caminamos del mismo modo o podemos conceptualizar las diversas formas de transitar?

Antonio Machado sostuvo que “se hace camino al andar”. Esta afirmación y lo que la rodea, ha servido para construcciones literarias y debates en torno a viajes y recorridos. Siempre desde lo que trae consigo una caminata, pero muy pocas veces desde el simple ejercicio de andar. Aquí hallamos la importancia de este texto, porque Wanderlust es un ensayo cronológico que estudia las grandes etapas de la humanidad y su relación existente con el deambular. Desde los sofistas pasando por la generación Beat, desde procesiones religiosas hasta marchas políticas en busca de justicia política y social. Para Solnit: “El caminar vino de África, de la evolución y la necesidad, y anduvo por todos lados, casi siempre en búsqueda de algo”. Uno de los ejemplos con que la ensayista respalda esta teoría es a través de las abuelas y madres de la Plaza de Mayo, en búsqueda de justicia por sus familiares ejecutados y desaparecidos decidieron sentarse en los bancos de la plaza, sin embargo, ante las amenazas de los militares de que no podían realizar aquel acto porque era una reunión masiva, decidieron comenzar a caminar alrededor de la plaza. En ese gesto, en ese circuito, las políticas represivas de la dictadura perdieron una batalla, mientras que las madres comenzar a construir su identidad.

Wanderlust es una investigación formal y académica donde se están constantemente citando ensayos, estudios e investigaciones, es decir, hallamos un importante proceso de documentación que acredita las hipótesis propuestas. Un collage de eruditos respaldan y ejemplifican lo descrito, desde la literatura con Charles Dickens y Robert Louis Stevenson, atravesando los estudios historiográficos de Eric Hobsbawm y acercándonos a las teorizaciones de Raymond Williams. En el libro El subrayador de Pedro Mairal leí por primera vez un interesante escrito sobre los acuerdos tácitos existentes entre caminantes, como si existiese una constitución fantasma entre los paseantes de una ciudad. A diferencia del argentino que traza una hipótesis cotidiana desde la crónica, Solnit propone desde dispares ángulos múltiples lecturas, pero la que más rebota a lo largo del texto es que el caminar es un gesto revolucionario. Para la cantante Patti Smith es trascendental en la preparación de sus conciertos; para Ginsberg fue un proceso que se transformaba en una cama o en un paraíso budista; para Jean-Jacques Rousseau un entendimiento con el raciocinio: “solo puedo meditar cuando estoy caminando. Cuando me detengo, cesa el pensamiento”.

Para Solnit, París es una urbe fundamental en la construcción del caminar. Propone un juego arquitectónico donde las mesas de los cafés se transforman en butacas con espectadores que contemplan la calle como un escenario: “Esto hace que París parezca poroso, como si el pensamiento privado y los actos públicos no estuvieran tan separados como en otras partes”. Observamos un planteamiento interesante sobre la forma en que las geografías determinan caminatas y trayectos. Por ejemplo, en un paseo por una zona rural hay un valor más sentimental y visceral que en uno por la urbe. Todo está determinado por la gama de colores encontrables en la periferia, pues un transitar por la ciudad posee una oscuridad y un gris que acompaña la figura del vagabundeo, el flâneur y los ejes de consumo.

Un libro para aprender y reflexionar sobre caminos, caminantes y caminatas. Para seguir degustando y masticando mientras se encienden las luces de las calles y las aceras son una buena compañía para ponernos a vagabundear.