Rafael Gumucio: El galán imperfecto. Por Joaquín Escobar

Rafael Gumucio: El galán imperfecto
Literatura Random House, 2017
212 páginas
$13.000

Por Joaquín Escobar

Un cuarentón, periodista, del cual desconocemos su  verdadera ocupación decide realizarse una cirugía en el pene, hacerse una circuncisión. Lleno de dudas, lector de la Biblia y tímido con las mujeres, lleva una cotidianidad oxigenada de más incertidumbres que certezas. Siguiendo los consejos de su amiga Tamara y las recomendaciones científicas del doctor Wagner (“tu cuerpo rechaza tu pene, compadre”), ingresa al quirófano. Mientras su novia está de vacaciones en el Sudeste asiático, hará todo en silencio y con la mayor cautela posible, confiándole a un círculo reducido de personas su operación.

La inclusión del Sudeste asiático como destino turístico no es casual dentro del texto, pues funciona como un botón interesante del proyecto que levanta Gumucio por mofarse de tendencias y modas que se posicionan fuertemente en las sociedades que habitamos. Ya lo demostró en su libro Contra la inocencia (Alquimia, 2016) donde ridiculiza –mediante sólidos argumentos– el crecimiento de los grupos animalistas dentro de los últimos años, los cuales creen levantarse como grupos de combate, sin darse cuenta de que son parte de las luchas sociales artificiales que erige la posmodernidad. En El galán imperfecto hallamos un núcleo similar, pues se evidencia un destino turístico (Camboya, Saigón) cargado de esnobismo, el cual se escoge por un significado social y no por un interés genuino. Una inclinación inducida por redes sociales y revistas de viaje: “por el placer dudoso de subir fotos exóticas a Instagram”.

En la soledad del posoperatorio e inducido por la anestesia, Antonio comienza a reflexionar sobre lo que ha sido su vida. Mientras una enfermera –con el pragmatismo que entregan los años de oficio– le limpia el pene, recuerda y delira sobre la ausencia de su padre, y la forma en que se fue convirtiendo en la mofa constante de sus compañeros de colegio, al escoger la aeróbica por sobre otros deportes. Allí está la raíz de todo: la forma en que se fueron edificando los miedos de su vida adulta.

El galán imperfecto es un libro ágil y dinámico que se lee de un sólo tirón. Escrito con un lenguaje coloquial que sirve de coro para desternillarnos de la risa. Tanto las historias que conviven dentro del texto, como la forma de narrarlas, entregan una ecuación donde la carcajada estridente nos sirve de brújula por los muros de la narración, porque Gumucio consigue un valor escaso dentro de la literatura chilena: operar de forma efectiva con el humor. Desde un doctor que aún considera la medicina un servicio social, hasta Tamara que desde una cómoda posición económica está constantemente incitando a Antonio: “Te está rogando con desesperación que le pongas los cuernos con la primera chana que pase”.

Valentina –la viajera novia de Antonio– funciona como una evolución –o una involución– de la protagonista del cuento “Pelando a Rocío” de Alberto Fuguet. En dicho escrito una mujer, mediante un monólogo cargado de mala intención, comenta la vida de Rocío, una joven de clase alta que en la década del ochenta dejó todo de lado para combatir mediante las armas la dictadura de Pinochet. Mediante un lenguaje similar, pero en contextos y lugares sumamente distintos, Valentina Lira realiza reflexiones precarias y superficiales propias de los libros de autoayuda. Mostrándose como un producto concreto de las sociedades heredadas y dibujadas por los totalitarismos del pasado, es decir, las construcciones de Gumucio funcionan como personajes que no escapan a su tiempo social, sirviendo como espejo y radiografía del Chile contemporáneo.

Una novela inquietante y altamente recomendable que viene a (re) confirmar que desde las problemáticas de la burguesía también se pueden escribir novelas de alto voltaje.

 

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