Natalia Figueroa: Una mujer sola siempre llama la atención en un pueblo. Por Andrés Florit + Selección de poemas

 

Orquídeas

 

Natalia Figueroa: Una mujer sola siempre llama la atención en un pueblo
Das  Kapital, 2014.
72 pp.
$5000.

Por Andrés Florit

El libro de Natalia está poblado de árboles, insectos y animales. Casi siempre son observados en el momento de perder la vida: un accidente, decisiones municipales, una reacción automática nacida de un susto, un cuidado que no fue suficiente, o un exceso. El tronco que cede ante el empuje de una grúa es comparado con una columna vertebral que se quiebra. La lupa está en el hilito que separa lo vivo de lo inerte, la delicadeza que hace falta para mantener viva una vida, que nunca es ínfima. La que habla en este libro, una mujer sola que no se queda por mucho tiempo en un mismo pueblo, establece relaciones afectivas con los seres que la rodean y la acompañan, relaciones de compenetración y de reconocimiento, que no son idealizadas, sino que son expuestas en su dificultad, tanto con un caracol como con un hombre con el que ha perdido contacto, al que busca y no está segura de quererlo encontrar: “no busco algo distinto a comunicarme”, “las altas expectativas acaban en el suelo”, dice. Más adelante, en el poema “Reencuentro”, compara sus zapatos con los de él: los suyos evidencian “un largo camino” y “compiten con los de Van Gogh”, mientras los de ella están “impecables”. Ella se duerme y al despertar, parece no haber pasado sólo un día sino que una estación completa, ahora sus zapatos “tienen un vulgar aspecto usado” y se reprocha este descuido. Se dan vuelta juntos y ven “los girasoles secos sobre el fondo azul”: ahora el pintor no se nombra, ella es parte del cuadro y tiene también un largo camino tras de sí.

Comprender a otro y comprenderse a sí mismo, la posibilidad de establecer relaciones que se basen en esa comprensión, en eso escarban estos poemas que se construyen como cartas tensas y exactas, o como observaciones que nunca son frías; hace retratos de las personas que conoce, a partir de unos pocos rasgos significativos, que se expresan en imágenes, en actitudes que revelan un carácter. La que habla también construye su propio carácter, a medida que el libro avanza; una manera de mirar y estar, que sobre todo se ocupa de situaciones vitales que la impresionan, antes que de asuntos metaliterarios, aunque haya un par de personajes sacados de libros. Es un lenguaje que no evidencia su propia construcción, sino que está inmerso en lo que nombra; las “gruesas placas óseas” de una tortuga que cayó de un segundo piso y se rompió el caparazón, “cuerpos resplandecer contra azulejos” al recordar su experiencia en los camarines de un gimnasio: elige con pinzas y elegancia cada palabra que ocupa. No renuncia a la belleza ni a la elocuencia de ciertos finales, que se compensan con otros textos más ásperos, como “Todas tus preguntas”: “Qué importa lo que sé/cómo lo aprendí/si era verdad/ lo que dije que era”.

También hay humor y ternura en poemas como “Athos”, un hombre al que ella “intentó hablarle hace meses, caerle bien” y que nunca se interesó, hasta que la vio ganar backgammon: “Desde entonces es cortés conmigo/ y cada día, al menos, me dice hola”. Y la contraparte, cuando le piden a su hermana que sea la madrina que ella se había candidateado a ser: “Es tonto, pero pasa/ querer dar ternura y no ser tomada en serio”. Las relaciones de esta mujer sola con la familia son difíciles, porque está iniciando un camino propio. Hay títulos reveladores: “Iniciación”, “Adiós a la familia”, “Adolescencia”. Su hermana menor ha crecido y ya no la invita a su cumpleaños, entonces recuerda cuando la iba a buscar al kínder, cuando aprendía a pronunciar la eme, ese momento de cercanía quizá irrepetible. Su hermano menor consigue experiencia encerrado en su habitación, jugando un juego de roles al que ella entra, con la esperanza de que sus sustitutos, tal vez, se lleven bien.

Es importante la música, hay radios prendidas, diales que se sintonizan, sinfonías que se oyen bajo la ventana de una casa ajena: “Como sus propias canciones/antes de tomar el trabajo/de vendedora./Llega tarde, le duelen los pies”. El alejamiento de un mundo interior que se ve amenazado por el trabajo, por la negación del ocio. Aquí los poemas son un volver en sí; no se expone en lo superfluo, ni en lo enajenado.“Hay cosas que no sabrán de mí/y espero no saber todo de ellos”, dice cuando va en el auto de regreso a la casa de sus padres y ellos preguntan por el viaje de la hija que está de vuelta; ella es escueta y piensa, en cambio, que en la carretera, cuando no hablan y sólo escuchan una música que les gusta, se conocen. Se superponen, como diría Valeria Tentoni en su “Arte poética”, la palabra y el silencio, produciendo una interferencia. Pueden ser historias aparentemente remotas, como la del veinteañero polaco al que los vecinos le suben el auto a un sauce, que se vuelven personales desde el ángulo en que mira, pues parece entender a ese joven cuyo castigo es exagerado y que sólo atina, al quedar su auto “abollado por completo” al intentar bajarlo del árbol, a “sentarse sobre un tronco, llevarse las manos a la cara”. Así, en el poema llamado “María”, observa fotos de la aludida y dice: “es feliz,/no entiende mi soledad,/ su naturalidad es abrumadora./ Todo el día dedicado a su familia. // Sé que leerá estos poemas/ como un adulto presta oído/ a las dificultades de un adolescente/que en el fondo/ no está frente a ningún problema”.  Busca lo significativo en una anécdota simple, lo revelador que hay tras esa anécdota, la determinada visión de mundo que implica. Es una poesía que no quiere engañar, que no quiere pasarse de lista pero que tampoco se quiere equivocar; narrativa, muy cuidada, toma posición y deja florecer a la orquídea en el poema. Y el poema, a su vez, es aquí una orquídea, se podría decir: requiere paciencia, “olvidar lo que ya se sabe de jardinería”, “saber qué necesita sólo tocándola”, “estar dispuesto a dejarla/ a sacársela de la mente/ para que pueda florecer”.

Este es un primer libro que no tiene ingenuidad; la autora se inscribe en una tradición que se nota que ha leído bien y a la cual aporta ahora un libro hermoso. Me permito el adjetivo porque hay dolor y trabajo en él, no sólo literario sino que espiritual, exigente, autovigilante, que sosiega a un lector habitualmente alterado como yo. Se inscribe en una literatura que saca al yo de su escondite, que se expone sin autocelebrarse, sino que construyendo una perspectiva particular desde donde mirar las cosas. En ese sentido es un regalo para los amigos conocidos y desconocidos, con quienes no busca congraciarse ni pelear. Busca, quizás, ser justa, o al menos considerada. Dice que le gustaría escribir una canción sencilla, con estribillo, que diga “caminamos juntos”; estas no son canciones sencillas pero están hechas desde la sencillez, con potencia y personalidad, con adolescencia que no adolece de generalidades ni de imprecisiones en el lenguaje.

 

Una mujer sola siempre llama la atención en un pueblo, selección. 


Rodas

Vi pastar a un cordero atado de sus cuernos
a una grúa empujar al árbol
castillos, mercaderes, turistas
a un hombre rechazar a la que amaba
demasiadas escaleras
y en este momento a una mujer pasar sus dedos por la arena
(deseo que se acerque a mí)

A un viajero ciego bajarse del bus
antes de estar frente a él
y dejarlo tocar mi cara.

(Ahora ella pasa junto a mí, sonríe.
Me doy cuenta después,
no alcanzo a saludarla).

 

M

Ver salir a los pequeños del sjolío me recuerda
cuando esperaba a mi hermana fuera del kinder.
Era especial reconocernos
después de semanas de estar en Santiago
estudiando.
Su frágil cuerpecito entraba en mis brazos
que la levantaban y nos llenábamos de besos la cara
el cuerpo.
Ella pesaba tan poco.
Escribía Amo a mi hermana y mi hermana me ama
y recuerdo cuando mamá cumplió años y escribió Ámame
mamá.                         Era cuando aprendía la eme.
Ahora ha cambiado.
Cumple quince años, no me invitó a su fiesta
parece que no entiende mi humor
se escabulle si quiero abrazarla
me dice ojalá no vuelvas. Mi padre me ha dicho
que no sienta pena por cosas de niños pero no sé
cómo evitarlo, ahora que paso frente a la escuela
y llega a mis hombros la ausencia de bracitos de hermana
como si mi cuerpo deseara
que volviésemos a aprender la eme.

 


Camarines

A mamá no le gustaba
que entrara a los camarines del gimnasio:
mujeres grandes andan desnudas
tú eres pequeña.

Siempre tuve curiosidad
pero al entrar me sentí incómoda:
hermosas mujeres reían.
Intentando no mirar
deseaba desplante,
dejar mi toalla caer
descubrir mis pechos
comentar insignificancias.
Mirar cuerpos firmes resplandecer contra azulejos
figuras de senos caídos
y grasa abultada.
Y las duchas, ay, las duchas
cuando ciertas mujeres
restregaban la esponja o el jabón
o peor aún sus manos
contra sus partes íntimas.

Me paralizaba.

Volvía a casa
repitiéndome la imagen de sus manos
subir y bajar
por esas vaginas
llenas de vello.
Hacían esto con tal naturalidad
que sentía ganas de acercarme
y lavarles cuidadosamente
todos los males del mundo.

 

Adolescencia

En Lubczyna, un pueblo al noroeste de Polonia
el dueño de un Ford Escort pidió disculpas
por su forma de manejar.
Aburridos de que se comportara
como si no existieran más autos que el suyo
de que metiera ruido con el tubo de escape
y levantara polvo
los vecinos decidieron castigarlo:
Zbigniew Filo, veinticuatro años
odiado por transeúntes y automovilistas.

Uno de los vecinos tomó su grúa
y subió el automóvil a un sauce de nueve metros.
Dulce e ingeniosa venganza
informó el diario local “Fakt”:

cuando Zbigniew salió de su casa al otro día
y vio su auto entre las ramas
llamó a la comisaría para que hicieran algo.
Pero los residentes prometieron jamás dar el nombre
del vecino que subió el automóvil.
Pese a que muchos se rieron
otros no estuvieron de acuerdo con el castigo:
Nuestro pueblo es tranquilo
dijo María, Es estúpido hacer algo como eso
afirmó Wioleta, de 25 años.

Zbigniew reconoció su error
aunque dejó claro que a sus vecinos
se les pasó la mano: Entiendo el mensaje
pero fue un poco duro
declaró el joven luego de ofrecer disculpas
y jurar no volver a conducir como antes.

Pero la policía lo castigó por manejar sin licencia
y le ordeno además bajar el automóvil del sauce.
En la maniobra el Ford Escort cayó con el techo hacia abajo
quedando abollado por completo.
Zbiegniew sólo atinó a sentarse sobre un tronco,
llevar las manos a su cara.


Caracol

Mi caricia le gusta
llena mi mano de baba
y casi sale por completo de su concha.

Vivimos juntos
se llama Nano
su casa es un gomero
explora la habitación

Nos descubrimos

 

Nano

Lo tuve, y se me murió. Jugué con él: rodó tres veces por el suelo. Debo hacer algo antes de que los carroñeros lleguen. No lo tomé en cuenta cuando al tocarlo en sueños me dijo: “déjame tranquilo”. Y por mí se trizó su concha hasta que fue inútil sellarse, ya que el calor entraba por la abertura y además, al mover la planta le di el toque de gracia contra una piedra en la que se quedó de lado, sin fuerzas ya para cargarse. Antes disfruté al contar cómo descubrí las costumbres de los caracoles, la manera que tienen de investigar objetos nuevos, sus largos coitos penetrando y dejándose penetrar hasta lanzar y recibir la flecha espiral de calcio.

Su cadáver está sobre mi velador.

Esto es lo que le hice a Nano

Y tú quieres que me quede contigo.


Primavera

 

Tom y Marie viajan por el mundo en busca de orquídeas.
Hablan de la inteligencia de estas flores
de los aceites y perfumes que producen para atraer insectos.
Capaces de engañar a las moscas
soltando olor de cadáver
y de atraer a las abejas con fragancias idénticas a las de sus hembras
imitan su forma, color y textura:
la abeja intenta aparearse con ellas
entra en contacto con la antera
llevará los polineos de una flor a otra
en sucesivos intentos coitales.

–Cada flor produce un aroma levemente distinto
–Tienen como nosotros diferentes rostros.
–Supongo que las cultivan en casa.
– No, son flores delicadas
nuestro país es frío.

Hemos llegado a la isla.
Entre las piedras montones de orquídeas
aparecen, se marchitan
La formación de individuos nuevos está asegurada:
las abejas andan como locas
el polen se ve en el aire
hacia el sol se orientan las flores.

Sí, es difícil convertirse en la tierra, la roca y el aire
necesarios para cultivar esta flor.
Hay que inhibir el impulso de regarlas
entender que la humedad no es lo mismo que el agua
disponerla para que reciba en la mañana el sol
y si en las noches de primavera baja la temperatura
cubrirla con papel de diario.
Hay que saber qué necesita
sólo tocándola
pero sobre todo
hay que estar dispuesto a dejarla
a sacársela de la mente
para que pueda florecer.

No es fácil cultivar una orquídea
aprender a darle vida a una planta
que recién al tercer año dará la flor.
El exceso de cuidado la arruina.
Pero si pese a todo
se está dispuesto
a olvidar lo que ya se sabe de jardinería
tal vez sea posible estar ahí
la mañana en que con el sol
se levantarán sus pétalos
Asistir a la vibración final
ese ajuste liberado en el aire.

No es fácil cultivar una orquídea

Espero en mí, en ti ese momento
Como Tom y Marie
cada primavera.