Margin Call, J. C. Candor. Por David Sánchez Usanos


Por David Sánchez Usanos.

Algo que más o menos el Occidente informado va teniendo claro es que, si existe el mal, habitará en un edificio enmoquetado cuyas luces nunca se apagan. Margin Call es una notable película que se dedica a poner de manifiesto esta ubicua impresión. Su propuesta narrativa, aunque no lo parezca, es sumamente arriesgada, pues su debutante director lo apuesta todo a una carta: la alusión. Y lo hace desde la más estricta voluntad comercial, pues la nómina de actores implicados no está formada precisamente por advenedizos, y la historia que se «cuenta» no tiene nada de recóndito. No faltará quien piense que la mencionada figura retórica supone un lastre de partida para un arte como el cinematográfico que,  en apariencia, se nutre precisamente de lo que muestra. No soy de esa opinión. Es más, sostengo que una de las grandes pérdidas en las últimas décadas (en lo que a filmografía norteamericana se refiere) es el progresivo abandono de la elipsis como recurso narrativo, algo que se traduce, por cierto, en un ritmo cada vez más lento (compensado, o mejor, sobrecompensado, con una menor duración de los planos y con montajes un tanto anfetamínicos).

El caso es que Margin Call no explica nada, cuenta con la información que posee el espectador (acerca de la crisis financiera, de las relaciones de poder que existen en cualquier empresa) y se dedica, a su manera, a confirmarla. Y lo hace con precisión, ritmo y, si se me permite, cierta dosis de elegancia. Margin Call, como todas las historias que merecen la pena, es la historia de una noche. Despliega ante el espectador lo que pudo ser la víspera del comienzo de esta crisis económica que aún nos afecta. Y eso tiene el aspecto de un jueves cualquiera. Nueva York aparece una vez más como el paisaje donde se juega la partida verdaderamente interesante, aquella cuyos resultados, lo sepamos o no, siempre nos afectan. Se muestra de un modo oblicuo, sí, esquivo y a la vez fluorescente, pero transmitiendo un desconcertante sosiego. La fotografía de la película parece un completo acierto y, en varios momentos, recuerda al mejor Michael Mann. Lo cual, como sabemos, es mucho decir. En una gran compañía financiera se producen una serie de despidos y, en medio de esa confusión, uno de los «supervivientes» descubre algo. Un descubrimiento que tiene algo de arqueológico, pues, a través de la pantalla del ordenador, se reconstruye un oscuro veredicto que hace tiempo rondaba sus (nuestras) conciencias: se nos ha ido la mano.

No contaremos más. Por otra parte, Margin Call tampoco lo hace. Quizá uno de los reproches que puedan hacérsele es ése: de puro realista (casi documental), la película parece no ser sino un ejercicio de enmarcado de un material absolutamente cotidiano. (Sacamos a relucir lo de la absoluta cotidianeidad pensando, claro está, en un espectador urbanita y familiarizado con todo lo que implica una frase como «tener que ir de traje a trabajar».) Ello no excluye, a nuestro juicio, sus buenas gotas de lirismo. Como las que nos suministra un Jeremy Irons encarcelado en un personaje paradigmático que, con todo, no pierde un ápice de realidad. El jefe definitivo que, más que a Mefistófeles, nos recuerda a un Baudelaire puesto al día, a un decadente instalado en el centro (o sea, en la cúspide) de la estructura. Una reunión nocturna —ah, la noche, siempre la noche— en la que las diversas especies de ángeles caídos exponen su huída hacia delante.

Un ecosistema regido por la rapiña en el que lo que destaca no es lo despiadado sino, más exactamente, lo desapasionado (impagable la escena de afeitado del personaje encarnado por Simon Baker). Al fin y al cabo ésta es la crónica de un crimen que tiene mucho de mitológico: se cometió hace demasiado tiempo y todos tenemos las manos manchadas de sangre. Hannah Arendt (figura intelectual absolutamente sobrevalorada, dicho sea de paso) nos proporcionó el mejor emblema para esta película, así que, violentando el título de uno de sus más conocidos ensayos diremos: Margin Call. Un informe sobre la banalidad del mal .