Luis López-Aliaga: Geografía de la nubes. Por Gabriel Ruiz Ortega

Luis López-Aliaga: Geografía de la nubes

Santuario Editorial, 2016

102 páginas.

S/. 35,00

 

 

Lo ideal, en especial cuando de reseñas hablamos, sería brindar una cartografía del autor abordado. En esta ocasión, la cartografía se limita a dos libros suyos (incluido el que motiva este texto), que muestran una hermandad común, si pudiéramos llamarlo de algún modo: la diferencia. Diferencia, aunque deberíamos subrayar que con la otra novela leída, La imaginación del padre, guarda un relativo lazo temático: la figura del poeta peruano José Santos Chocano, que protagoniza Geografía de las nubes (Santuario Editorial, 2016), del narrador chileno Luis López-Aliaga.

Si hay una figura, a la que podríamos catalogar de imprescindible en los potenciales afanes narrativos, esa figura es precisamente Chocano. Para quien escribe, Chocano es un poeta sobrevalorado y no hay día en que me pregunte por qué figura como una de las voces importantes de la tradición poética peruana. Sé que esta apreciación puede ser confrontada, y seguramente con argumentos, por los chocanófilos de la academia. Pero en lo que algo sí estamos de acuerdo es que estamos ante una vida exquisita y literaria, aventurera y circense, ante una inevitable parodia de las consecuencias que trae consigo la actitud de un ego sobredimensionado. Por ello, escribir sobre Chocano, así sea en un registro de ficción o de no ficción, siempre parecerá ficción. En vida, Chocano se superó a sí mismo, y por ese solo detalle, los hacedores de ficción deben estar más que agradecidos. Sobre este poeta peruano hay mucha bibliografía, de la que aprovechamos en recomendar Aladino o vida y obra de José Santos Chocano de Luis Alberto Sánchez.

Sin embargo, para esta novela Chocano es solo un pretexto, un canal de ingreso para que se nos hable de ese otro poeta capital para el proceso de la tradición poética latinoamericana, el nicaragüense Rubén Darío. Darío es el eje ausente y también presente del proyecto de López-Aliaga, puesto que el Chocano que recrea se justifica en función a su admirado Darío, de quien solo esperaba el reconocimiento, el primer paso para la realización de su proyecto mayor: ser el Poeta en español de su tiempo.

Podríamos estar ante una historia marcada por las aventuras y los deslices de Chocano, el desdén de Darío por este, como también del contexto revolucionario que pautó la transición entre los siglos XIX y XX, época en la que muchos países latinoamericanos definían su futuro como también su estabilidad. Felizmente, López-Aliaga no es presa de un recuento de hechos condimentados con los favores de la ficción, menos deudor de la fidelidad que demanda la novela histórica. Lo que nos presenta el autor es la narración sobre una obsesión, una cirugía de la enajenación por la gloria literaria. Eso: narración, no una historia sobre Chocano y Darío. Y en esta narración López-Aliaga cambia de registro, si pensamos en La imaginación…, prefiriendo para este proyecto una prosa pautada por la descripción y la reflexión, haciendo uso de algunas cuotas de humor (en realidad, el humor es un recurso ineludible si se tiene a Chocano), pero este cambio de registro supone riesgos, que en novelas cortas suelen mostrarse como no en las de largo aliento. Por un lado, para ser una novela corta, esta exhibe más personajes de lo que hubiéramos estimado, varios de ellos quedan “flotando”, pero hablamos de un riesgo presupuestado, porque como indicamos, la fuerza de la novela yace en el cauce de su narración. Entonces, en su carácter fallido como novela corta encontramos su epifanía, de haberse inscrito en las espartanas leyes de la novela corta, no tendríamos la novela que nos convoca en esta ocasión.

Geografía de las nubes exigía de quiebres que atentaban contra su naturaleza de novela corta. En este tipo de toma de decisiones podemos conocer a los autores que transitan senderos seguros, como también aquellos que apuestan por lo distinto, pero nos referimos a una diferencia que parte del oficio, del conocimiento de causa de lo que se quiere hacer. En este sentido, López-Aliaga confirma lo que suponíamos de él: un autor dueño de una ética creativa, ajeno a los vaivenes de la moda editorial, que como nunca antes viene arrojando paquetes a los lectores latinoamericanos. En la ética creativa nuestro autor ha conseguido lo que muchos no: legitimidad.