Marcelo Guajardo Thomas: Los Celacantos y otros hechos extraordinarios. Por Cristian Foerster Montecino

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Marcelo Guajardo Thomas: Los Celacantos y otros hechos extraordinarios
Overol, 2015
43 páginas
$8.000

Por Cristian Foerster Montecino

 

A pesar de su brevedad, Los Celacantos y otros hechos extraordinarios, último libro de Marcelo Guajardo Thomas, logra transportarnos a un mundo apocalíptico, acechado por manadas de seres que contagian y vuelven frenética la escritura: “Crujen los alambiques/ las estructuras crujen/ bajan los vertebrados/ en manadas a los valles/ arrecia la contienda/ los papiones arrecian/ los cerdos/ los perros de presa/ los depredadores.”. Este frenesí -que emula el ritmo de la avalancha deslizándose-, sin embargo, no es el único ritmo que late en este poemario, existe otro más pausado, una especie de descanso entre cada arremetida: “(…).Volvimos a la cacería/ como quien vuelve a la carne, como quien rompe los tejidos y nace a la luz.”.

Estas dos respiraciones conforman los latidos del imaginario al que asistiremos en este libro, uno que nos enfrentará a una visión ambivalente del humano. Pues esos vertebrados que invaden todo paisaje y “esa pequeña tribu (que) avanza/ luego de la tempestad”, funcionan ambas como alegorías de su devenir. Por un lado, volver “cantando el amor de todos, hacia los confines/ por la tierra arrasada y de vuelta a su mansedumbre”, y por otro, la invasión y la estampida. Esta dialéctica entre supervivencia y destrucción, nos arroja a pensar en la monstruosidad como un espacio en el que se desenvuelve nuestra especie. Tal vez sea por esta aplastante realidad, que nunca se nos ofrezca una imagen completa de estos seres, sino solo fragmentos que se refractan en las cosas. Esta manera de describir en base a la insinuación, me recuerda el modo utilizado por Lovecraft en sus textos más geniales, para hacernos sentir esas fuerzas antidiluvianas que plagan su obra.

Esta comparación, no obstante, es solo a nivel de técnica literaria, pues Los Celacantos y otros hechos extraordinarios no es una monstruosidad como Cthulhu o Azathoth. Es su ser anacrónico lo que lo vuelve extraordinario. Hecho que nos recuerda cómo éramos y seguimos persistiendo en ser: una horda viajando por el mundo y copando con nuestra humanidad cada sitio.