Latitudes. Poesía mexicana actual: Dalí Corona (Ciudad de México, 1983)
Dalí Corona: (Ciudad de México, 1983). Ha publicado los libros Voltario (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2007) y Desfiladero (Chihuahua Arde, 2007). Ha sido incluido en el Anuario de poesía Mexicana 2006, FCE. Poemas suyos han aparecido en diversas revistas y diarios del país, así como traducciones del portugués. Su libro Ansiado norte mereció el Premio Nacional de Poesía “Efraín Huerta” 2009, otorgado por el estado de Guanajuato. Becario de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de poesía, generación 2008-2009 y 2009-2010. Beneficiario del programa Jóvenes creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), en la especialidad de poesía, 2010-2011 y 2014-2015. Su libro Cartografía del tiempo mereció el Premio Nacional de Poesía Joven “Francisco Cervantes Vidal”.
Cadalso
Amamos la luz porque revela;
abre en nosotros los caminos que creíamos perdidos
y nos hace más grandes y altos en la hora
en que todo parece paja y polvo.
Pero amamos más su sombra,
el frío y su frescor cuando agoniza,
cuando se marcha y deja en nuestros muros
su calor tenue
de potro palpitante.
Amamos la luz que apenas entra, que se cuela por cualquier rendija
e ilumina el piso gris de nuestras almas,
luz que en los ojos cae cuando amanece.
Amamos la luz, sí, la luz porque nos ciega.
Carmela
A esta hora ya estarás caminando hacia tu casa. Te irás limpiando el rostro
y quitándote de encima
el humo de la noche que a tu cuerpo se pegó.
Estarás humedeciendo un trozo de papel higiénico
y tirándolo a la calle.
A esta hora
ya habrás terminado de acomodar tu falda negra,
y estarás amarrando sus jirones, apretando,
con dos dedos de tu pie,
el cuero de la sandalia rota para que no se caiga.
A esta hora,
hora de grillos y de perros,
estarás sintiendo pena por tu madre que pensó
que llegarías temprano de la escuela.
Estarás caminando hacia tu casa
pero con la apariencia
de quien camina sin saber realmente su destino.
Irás tocándote los muslos y los pechos, cubriéndote el rostro con tus manos pequeñas,
pensando qué fue de tus amigas, dónde están,
por qué no hicieron nada.
A esta hora tu pelo ya será lluvia de octubre
y estará cayendo en ti
como dicen los abuelos que caía
hace cientos de años en la selva.
Ya están saliendo los borrachos
y te habías jurado no estar sola a esas horas en la calle;
te habías prometido que no estarías en la calle sola a esas horas.
Carmela, Carmelita. Justo a esta hora
estás pensando en lo mucho que se parecían a tu hermano,
a tu primo, a tu padre, a tu vecino. Y recuerdas también
a esta hora, justo a esta hora,
que dejaste olvidado tu cuaderno,
que perdiste el lápiz, el borrador y el sacapuntas, que no hiciste la tarea.
Ya llegas a tu casa, Carmela, justo a esta hora, y descubres
que también extraviaste las palabras, que nada sale de tu boca,
que pareciera que quedaron en el llano, entre los matorrales.
A esta hora, justo a esta hora, no recuerdas qué pasó, en dónde andabas;
a esta hora, en que tu corazón es un caballo y tus manos
las manos de todos tus parientes,
los militares ya están en el cuartel y se celebran.
Mudo
Mi lengua es una piedra que antes llama
ardía en los páramos de tu cintura.
Susurraba tu nombre
y toda luz hacía en tu cuerpo.
Estalactita hoy
pende de mi boca
como un murciélago en el día.