Juan Santander: La destrucción del mundo interior. Entrevista RL + fragmento

Portada mundo interior

Juan Santander Leal, Copiapó 1984. Es Magíster en literatura (Universidad de Chile). Ha publicado los libros Allí estás (Marea Baja, 2009) Cuarzo (Marea Baja, 2012),  la plaquette Agujas (El trueno, 2015), y La destrucción del mundo interior (Overol, 2015) que reúne sus textos publicados anteriormente. También participó en la reescritura colectiva de La Araucana, Memoria poética (Cuarto propio, 2010).

 

 

 

 

 

 

¿Qué libros marcan la escritura de La destrucción del mundo interior?

Para Allí estás recuerdo haber leído con mucho interés a Raymond Carver, Jorge Teillier, Jeffrey Eugenides, Nicanor Parra y especialmente los sonetos de Shakespeare. Después, con Cuarzo me sumergí en los poemas de Ossip Mandelstam, Gabriela Mistral, Georg Trakl, John Ashbery y Rimbaud. Recuerdo que el libro de Murasaki Shikibu, La novela de Genji, fue determinante para mí en ese periodo. Respecto a Agujas creo que nació después de haber leído a Ingeborg Bachmann, por eso le puse un epígrafe de ella. También leí a Rosamel del Valle en ese tiempo.

 

 

¿Qué importancia tuvo el editor de este libro en su composición?

Andrés Florit y Daniela Escobar fueron muy importantes. Al comienzo, pensábamos hacer una reedición de Allí estás pero ellos se fueron dando cuenta de que los tres textos (Allí estásCuarzo y Agujas) podían leerse como un conjunto. Seleccionaron el título de un poema que les gustaba y así nació La destrucción del mundo interior. Siempre he querido darle un carácter orgánico a mis libros, que al ser breves tengan esa capacidad de funcionar como piezas de un rompecabezas al mismo tiempo que son unidades. Los editores vieron eso y se lo propusieron a los lectores, ellos juzgarán.

 

 

¿Qué lugar ocupa este libro en tu proyecto literario?

Hasta ahora es todo lo que he publicado. Creo que por eso mismo es una especie de base para seguir escribiendo. No tengo un proyecto a largo plazo, voy libro a libro y muchas veces ni siquiera sé qué viene después cuando siento que he terminado un poemario. La vida a uno lo lleva por múltiples caminos y, en ese sentido, toda escritura es más un accidente que un plan que uno va llevando a cabo.

 

 

¿Qué simboliza el norte de Chile para ti?

Muchas cosas. Viví allí mucho tiempo, mis padres aún viven ahí y es el escenario de muchos de mis recuerdos. Atacama es un espacio con una geografía muy singular y hermosa. Cada cierto tiempo vuelvo a Copiapó y me gusta recorrer la ciudad con mis amigos, saber qué se está escribiendo, cómo se vive, qué se hace. El norte en general no lo conozco tan bien pero Atacama sí y es un lugar muy importante para mí. Desde el punto de vista de la escritura, creo que al crecer mirando los paisajes de la región (desierto, playas, valles transversales) empecé a recolectar imágenes, las imágenes que aparecen en mis textos. No todas, por supuesto, pero sí muchas.

 

 

¿Un santiaguino más? 

Puede ser. Vivo hace casi doce años en Santiago y claro, no me siento extraño a la ciudad. Estoy acostumbrado, mi polola vive acá, mis amigos, trabajo aquí y la mayor parte de mi escritura ha sido realizada acá. La dinámica cultural de Santiago es mayor que la de las ciudades de provincia (en general) y por eso es atractivo vivir acá cuando se ha nacido en “regiones”.

 

 

¿Cómo escribes? ¿Algún método o rutina?

Le doy importancia a lo intuitivo, a lo que se me va ocurriendo sin forzarme ni sentarme frente al computador a que se me ocurran textos. Anoto cosas en un cuaderno. A veces una línea, otras una estrofa, otras un poema casi completo. Por otra parte, trato de ser lo más meticuloso posible para dar con los textos que finalmente muestro. Me gustan los detalles, ahí sí me siento frente al computador, como cualquier persona que escribe. No sé si haya un equilibrio entre estas dos cosas, pero siempre estoy buscándolo. Me gusta leer poesía y narrativa, de distintas épocas y lugares. Me alimento bastante de textos ajenos. Me gustan mucho las novelas y poco las teorías.

 

 

¿Tiene nombre tu próximo proyecto? ¿De qué tratará?

Estoy trabajando un libro que se llamará Hijos únicos. Es un proyecto un tanto más autobiográfico y unitario en sus temas. Se llama así porque soy hijo único y porque algunos de mis amigos más cercanos también lo son. Lo veo un poco como la síntesis del periodo de La destrucción del mundo interior. Formalmente es bastante distinto a mis libros anteriores, al menos quiero creer eso.

 

 

De qué preocuparse y de qué no…

Preocuparse por los seres queridos, la pareja, la familia, los amigos. Preocuparse por realizar lo mejor posible lo que a uno lo apasiona.

Si se escribe, preocuparse mucho por eso. No preocuparse por acumular poder, éxito o influencia.

Selección de La destrucción del mundo interior 

 

La destrucción del mundo interior

Mi colección de lagartijas y flores de montaña, mis libros ilustrados.

Todo lo dejé por ti, que me hiciste tener relaciones en el pavimento.

Ya no tengo secretos porque tú les dijiste todo sobre mí a tus amigas.

Les hablaste de mi diario, de mi odio al sol, las manías de mis primas

y mis ganas de llegar a ser atleta o peluquero.

 

Todo lo dejé: los álbumes de Historia y Medicina,

los disfraces de Batman y Robin que usé de acuerdo al clima y mis humores.

Tú, ramplona y hermosa como la vida, me encerraste en una pieza oscura,

ungiste mi cuello con esa colonia floral que aún maldigo y no comprendo,

destruiste mi imaginación sacándote la blusa al menor indicio de calor.

 

 

Comida cruda

¿Cómo me di cuenta? Los platos vacíos, la sal y la pimienta en la mesa.

Imposible salir del vocabulario privado que construimos con ternura

          y terminó por destrozarnos.

Compartimos incluso la hinchazón de los ojos en los días de trabajo,

la maestría de maquillarse en el metro, la lluvia cayendo en los

          zapatos negros.

Cenas para traer y llevar, planes de vacaciones, silencios y peleas agendadas.

Todavía huimos al Litoral Central en los feriados religiosos.

Así me di cuenta. Por la esperanza puesta en los reproductores musicales,

por la triste convivencia con las cosas adquiridas.

Nada que no pueda arreglar un trocito de salmón sobre una bola de arroz,

un viaje a las importadoras, un helado de frutilla en el Paseo Estado.

Yo fui quien te arrastró a las convenciones, yo estoy obsesionado con ellas.

Imagínate que nuestra historia avanza sin repetirse, como los árboles

          de un parque.

Tú tienes el corazón más grande y firme que yo, de eso también me

          he dado cuenta.

 

Cuadernos

Cuando empecé a llamarte por tu nombre

vi las sábanas cuadriculadas de tu cama

me recordaron los cuadernos de la escuela

donde escribí que quería conocerte.

 

**

 

Hay analgésicos

como huevos de insecto en el velador.

Las heridas ablandan su conducta

como un niño que recibe lo pedido.

Tramas, jalea, cortinas recogidas

por olas vestidas de visita.

Los triángulos que al caminar dejan las aves,

la extraña artesanía

que comienza en la espalda

de quien se levanta después de un mes.

Las campanas se han puesto quebradizas

y a las frazadas el sol ya no les quita el olor.

Los pacientes

olvidan el camino a sus camas,

esperan que la cera los cubra del frío.

 

**

 

Ella me pregunta si sé cocinar, si quiero ir de viaje.

Me habla de los balnearios que dan forma al ceceo que calma su cerebro.

Ella me indica la maleza llamándola mostaza, llamándola vida

          conyugal bajo un techo de zinc.

Yo hago lo posible por parecer un empleado de banco, una cría de

          animal atrapada en los alambres del antejardín.

Ella me regala unos lápices de arquitecto como si yo supiera dibujar.

Cuando llega tarde escribe una novela llena de lugares comunes: los

          grillos, los nísperos, la luna llena, los embalses que se han

          vaciado en su tierra natal.

 

 

Revista Lecturas los invita a la presentación de La destrucción del mundo interior. Este jueves 14 de enero a las 19:00 en Estudio Panal (Malaquías Concha 022, Providencia).

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