JOSÉ HERNÁNDEZ: MARTÍN FIERRO. POR OMAR CHAUVIÉ

martin fierro

El camino trasandino o de como un gaucho ha de cruzar la cordillera

Hay un poema que  vuelve con sus voces en la margen baja de la oralidad, seguramente, porque viene a decir algo nuevo en un escenario próximo, a decirlo  en un país donde Nicanor Parra hizo hablar al Cristo del Elqui, Enrique Lihn hizo vagar al Pingüino por el Paseo Ahumada, Claudio Bertoni habló y habla desde su voz incansablemente escrita y escribiente. En ese país, contiguo y distante, después de mucho tiempo, vuelve a tomar la voz, vuelve a cantar, nuestro Martín  Fierro a través de una reedición  sobria y cuidada de la Universidad Diego Portales.

Repetición perpetua

Desde aquella edición de un folleto de 78 páginas en la Imprenta de La Pampa con un valor comercial de tapa de  10 pesos, anunciada como El Gaucho Martín Fierro. Contiene al final una interesante memoria sobre el camino trasandino por José Hernández su capacidad de reproducción se percibe infinita, inagotable. En una de sus típicas ambigüedades, aludiendo con una referencia textual a la Biblia y −sin mencionarlo− al texto que nos convoca, J.L.Borges habla de un libro que “es capaz de casi inagotables repeticiones, versiones, perversiones”, colocándolo en el plano de esos materiales destinados a estar constantemente, en todos los tiempos y escenarios, proponiendo pactos de lectura acordes a cada ocasión. Porque en rigor, lo que se repite, se rehace.

Desde aquel momento en que el autor iniciaba el prólogo de la Vuelta, en 1879, refiriendo a la repercusión popular, a las 11 ediciones, a los 48000 ejemplares, el poema se repite y se replica  en mutaciones, en clones.  Esas trasformaciones acontecen siempre y no deja de sorprender la pregnancia del libro en diferentes ámbitos culturales, aun en este presente alejado de aquel verano de 1872, aun hoy, cuando la canción popular ha reemplazado a la poesía en su rol comunicador y estético, el poema de José Hernández se reconfigura, se repite en una selección de fragmentos −al modo en que los guarda la memoria colectiva− como los que recuperan Andrés Calamaro en la versión en vivo de “El regreso” o la voz flamenca de Diego “el Cigala” en “Milonga de Martin Fierro”, pero no deja de escribirse, por eso está de nuevo en los libros, en la reescritura en clave tumbera de El guacho Martín Fierro, de Oscar Fariña,  o en la oportunidad que dan las nuevas tecnologías para una versión como El Martín Fierro ordenado alfabéticamente de Katchadjián. Entonces, una edición no es solo una repetición, de ahí el valor de la tarea que encara Ediciones Universidad Diego Portales al regresar a un libro que se  reconvierte permanentemente.

Bajo patrones clásicos de impresión, esta versión nueva se abre con la reproducción de una imagen del autor en la portada, esa que en la mayor parte de las ediciones se pierde en una suerte de anonimia, se guarda en las solapas o las portadillas, para ir confundiéndose con el personaje. Se supone que el primer retrato del autor acompañando en las páginas interiores aparece con la firma de Stein recién en  1876 en la  décima edición de la Ida, y no fueron muchas más. Este es un poema emancipado de ataduras, que suele  olvidar a su autor porque la potencia de su personaje y su historia, como sucede con Holmes, borran o hacen ligeramente invisible al creador, configurando una imagen menos fuerte que la que impone la modernidad: el imperio de la autoría se volvía elástico desde muy temprano para el escritor letrado Hernández que no había descollado como periodista, tampoco como político, pero encontraba en esa voz criolla un modo singular de realización.

La historia del marginal perseguido, víctima de las arbitrariedades del poder, contada tantas veces en la historia de la cultura, esa historia  donde la vida corriente del poblador rural, la vida normal del gaucho no se puede sostener por mucho tiempo, e irremediablemente se pierde, tiene esta nueva aparición, para que otra vez −potentísimo el canto y omnipotente el personaje en su función de cantor, aunque bien a contrapelo de su lugar social−, el libro se consolide en ese personaje orgulloso de su canto, con un hombre que se hace a sí mismo por imperio de las circunstancias y un canto que también se hace a sí mismo, que crea y se crea; un Canto en el que están todos presentes, los aliados, los rivales, los otros; como en la patria, todos.

Hay una decisión en la presentación de este ejemplar que apuesta a la condición vital de la literatura, más allá del canon, es un libro sustancial que se presenta aquí sin mayores notas introductorias que las que lo han acompañado siempre.  Esta edición nos introduce al poema en su forma casi primordial, sin más mediaciones que las que lo acompañan desde el inicio, tratado de reponer una escena inicial de lectura desde un país del que nos separa una cordillera, que no es poco, pero tampoco es tanto, una barrera que cierra el paso pero permite el tráfico, tiene a su modo el  camino trasandino. Esta presentación elige los pre-textos que acompañaron las ediciones clásicas del folleto luego convertido en libro, la carta-prólogo que el autor dirige al hacendado, doctor Zoilo Miguens, de la primera edición de la Ida, en la que claramente se plantean los objetivos del poeta, se evidencia la conciencia del lugar subalterno del libro en el campo cultural y del personaje en lo social de la época; y en la Vuelta, las “Cuatro palabras de conversación con los lectores”. A modo de apoyo de lectura, solo un glosario final sin indicaciones de origen, tal vez imprescindible, al modo de las múltiples ediciones que nos propuso el siglo XX. La publicación de este poema, más allá de la distancia histórica y geográfica −que siempre es cultural−, no parece reclamar más exordios que los de sus primeras ediciones, como dice el mismo autor en la carta a su amigo Miguens, en esa escena primordial y fundante, en la que gaucho y poema se confunden “Y con lo dicho basta para preámbulos, pues ni Martín Fierro exige más, ni Ud. gusta mucho de ellos, no son de la predilección del público, ni se avienen con el carácter de su verdadero amigo, José Hernández”

En ese sentido, hay decisiones importantes en relación al lenguaje empleado por los personajes, las palabras que se apartan de las formas estándar de la lengua, no se incorporan en bastardilla como en muchas ediciones, sino que mantienen el mismo rango del conjunto del texto, como en la extraordinaria edición crítica coordinada por Elida Lois. Ese recurso a la materialidad de la letra, a su forma gráfica, que provoca con su presencia la mirada del lector y que en sí misma  establece una jerarquía, aquí se deja de lado. Así, el libro se presenta “águila y liviano”, ágil para la ocasión -como proponía aquel paisano creado por uno de los padres de la gauchesca, Bartolomé Hidalgo−, con una solapa escueta con la información fundamental, la contratapa a tres voces, que cubren en líneas breves el espacio y el tiempo, con  César Aira , Nicanor Parra y Borges.

La necesidad de instalar nuevamente en papel el poema, ése que habla tanto de la idiosincrasia local como, a la vez, de las lógicas del poder en el sentido más amplio, acontece en esta etapa del capitalismo tardío con  el personaje que pide −como los referentes estudiantiles del presente− “escuela” y “derechos”; como siempre una impresión de Martín Fierro ha de cumplir una función política y coyuntural, hoy que se ven más vinculados los dos países, más conectada su poesía, quizá como en el plan de ese camino a través de los Andes que Hernández planteaba en un texto que seguía al poema en su primera edición, la “Memoria sobre el camino trasandino”, ese interesante artículo, hoy olvidado, que pocas veces volvió a  editarse junto a esta obra.

Ya se siente como una interesante aventura intelectual tratar de pensar cómo será leído este texto de resistencia y adaptación al sistema hegemónico en un país como el Chile actual, qué situaciones de lectura generará en ese público del que no está alejado, pero hace tiempo que no es reeditado,  de qué  modo significa hoy ese conjunto de personajes gauchos, soldados, inmigrantes, indios, refugiados en el escenario de la pampa.

 

JOSÉ HERNÁNDEZ: MARTÍN FIERRO

EDICIONES UDP, 215

316 PÁGINAS.

$9.000