José Carlos Yrigoyen: Pequeña novela con cenizas. Por Gabriel Ruiz Ortega

José Carlos Yrigoyen: Pequeña novela con cenizas

Planeta, 2015.

104 páginas.

S/. 35.00

 

Por Gabriel Ruiz Ortega

 

Hasta hace no mucho, se venía diciendo que la narrativa peruana atravesaba un gran momento. Esta consigna tenía más de cántico de barra brava y poco, o nulo, asidero real. En esta consigna había pues mucha demagogia, como también mentira y juegos de autopromoción, donde veíamos a sus autores hablando de este supuesto gran momento, cosa que aprovechaban en contrabandear en el discurso entusiasta su última entrega.

De a pocos la narrativa peruana comienza a sacudirse del tópico de la violencia política, que marcó el devenir de la novela peruana en las dos últimas décadas. A saber, si un escritor peruano, fuera joven o trajinado, pretendía obtener alguna resonancia local, y en especial internacional, debía escribir novelas y cuentos tiznados de este tópico. Esta estrategia les resultó a los que escribían de la guerra interna por convicción, como también a los que lo hacían llevados por la seducción de un reconocimiento que resonara más allá del barrio. No hay que discutirlo: ningún autor que escribió sobre la violencia política puede sentirse insatisfecho. En menor o mayor medida, cada quien recibió su tajada. Eso que solo hablo de la ficción, no abordo la poesía que motivó, mucho menos el gran aparato discursivo que depende de él, que lo podemos percibir en becas, congresos, cátedras, estudios, y últimamente en películas y obras de teatro.

Como era de suponer, este tópico, por más rico que sea, comenzó a desgastarse para la ficción. Me parece bien que haya comenzado a desgastarse. Cosa que de esta manera no pocos narradores le den un tiempo prudencial al asunto, dejándolo que se macere solo, sin caer en el apuro, en el acabado a lo bestia, que siempre motivan los suculentos premios internacionales que juegan en pared con los mandatos de las poderosas casas editoriales.

Aunque por estos lares se le viene adjudicando una serie de rótulos a los nuevos discursos de ficción ajenos a la violencia política, bien haríamos en señalar que estos discursos pueden tener muchas características, pero de nuevos nada. En verdad, no creo estar hablando solo de la narrativa peruana última, sino de la latinoamericana (o vamos más allá, hasta de la mundial), no hay nada nuevo que no se haya escrito antes. Al menos en la tradición peruana, tenemos referentes de la talla de Bryce y Ribeyro, que ya impartieron clase maestra con aquello que llamamos narrativa del “yo”, y Mario Vargas Llosa en El pez en el agua ya hizo lo que tenía que hacer para hablarnos de la figura del padre como figura desconcertante y hacedora de traumas.

Los buenos momentos se sustentan en buenas obras, en lo que va del año hemos podido leer libros que sobrepasan una media de calidad que recién, ahora sí, nos llevarían a hablar, sin demagogia ni contrabandeo, de un posible buen momento en la narrativa peruana actual. Uno de esos libros es Pequeña novela con cenizas (Planeta, 2015) de José Carlos Yrigoyen.

No estamos ante una novela, sino ante un libro de no ficción, ante un brutal ajuste de cuentas del escritor con su pasado, en el que teje y relaciona satélites temáticos de su vida con la figura del cineasta italiano Pier Paolo Pasolini. Yrigoyen testimonia la actitud represora de su padre, es decir, nos lleva a un ejercicio de memoria, a la par de este testimonio, nos presenta una pequeña semblanza del cineasta italiano, por el que siente una oscura fascinación que descansa en provocación que generaba su obra.

Tengamos en cuenta que Yrigoyen fue también un destacado poeta y esa vena poética la podemos percibir en los silencios de lo que nos relata. La prosa que emplea viene nutrida de una epifanía que hiere, en los silencios es donde el autor le impone al lector la experiencia literaria. Aunque hubiésemos deseado que esa epifanía sea más duradera, que se eleve a la contundencia por medio de una detallada exposición de miserias. Tengo esta impresión porque la lectura del libro genera algunas sospechas razonables, como si hubiese sido mutilado de su versión original, convirtiéndolo por momentos en un testimonio innecesariamente conservador.

De los buenos e interesantes libros que vienen publicándose en los últimos meses en Perú, este está llamado a sobrevivir. No hay que pensarlo mucho: solo los libros que generan opiniones encontradas van a quedar y esto es algo que ya debería saber más de un narrador que bordea los cuarenta años (no hay que ver las críticas negativas como maldiciones). Pues bien, si algo tuviera que decir sobre las críticas negativas que ha recibido, si una tara veo en común (a lo mejor debido a la carencia de un acervo de lecturas) es que estas lo han abordado como lo que no es: una novela.

Todo indica que el autor viene embarcado en un proyecto narrativo, del que Pequeña novela con cenizas es solo el primer paso de tres. Por ello, me gustaría señalar lo siguiente, teniendo en cuenta que el autor es mi amigo: en adelante debería dejar toda la piel en el asador. De él depende que leamos un proyecto narrativo al que no solo califiquemos de bueno, sino de obra maestra. Herramientas literarias no le faltan.