Joaquín Escobar: Cotillón en el capitalismo tardío. Por Gabriel Zanetti

Por Gabriel Zanetti

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En primera instancia lo que más me llama la atención de este libro, de la propuesta de Joaquín Escobar, es su preocupación de generar narraciones que ponen en tensión lo establecido por lo que la academia y sus representantes consideran de importancia. En cada relato hay un recado o una provocación que alude a la crítica literaria o a las universidades o a sus profesores. Cito la descripción de la profesora Perazza del cuento “La academia del cotillón” <<Se sentía distinta y especial. Pero se equivocaba. Detrás de sus supuestas reivindicaciones no existía rebeldía ni lucha social, por que el animalismo, el ciclismo y el veganismos son luchas sociales artificiales creadas por la posmodernidad>> Más adelante le preguntan por qué no se amarra las trompas de falopio y no sabe qué decir.

 

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¿Qué significa Cotillón en el capitalismo tardío? ¿La preparación de una fiesta que nunca llegó? ¿El confeti, los globos, de una fiesta que disfrutan solo unos pocos? ¿El mero adorno o decoración de algo que no sabemos bien qué es? ¿Gente con máscaras que deambula por la ciudad, universidades y centros culturales? ¿Un negocio cuyo atractivo es la estética en sí misma sin un argumento sólido que lo sostenga? ¿La parafernalia de una generación, como las han tenido todas las generaciones? Debo reconocer una cosa: durante un año o más fui profesor de escritura de Joaquín, conozco estos cuentos desde que eran esbozos, y nunca estuve de acuerdo con el título. Un aprendizaje para todos: el profesor se puede equivocar. Se suele equivocar. Mucho. Ya no recuerdo qué títulos le sugerí y eso es buena señal porque el libro está impreso y luego de su lectura todo adquiere sentido.

 

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Es un ejercicio viejo entre los futboleros meter a este deporte en las narraciones y Escobar tiene antecedentes al respecto con su libro anterior. Hincha enfermo de Católica -cosa que un colocolino como yo intentará dejar de lado- conoce bien de lo que habla dado su hábito de convivir con el fútbol. Una cosa es verlo, otra cosa es seguir a un equipo y otra es convivir con el fútbol. Saber quién es Mostaza Merlo acá es equivalente a saber quien es Julia Kristeva. Se maneja. Memorable es el primer cuento titulado “Todos sabíamos quién era Rosa Luxemburgo, pero a los pobres solo los conocíamos por fotos” donde se enfrenta el Colegio  Latinoamericano de integración versus una selección de Carabineros como correlato de la transición. Una frase que me dejó asombrado, pasmado, o sorprendido, no recuerdo si de este cuento o de otro <<a la verdad prefería la verosimilitud>>. Esto da para pensar.

 

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Personalmente la ficción es un género que me genera sospechas, por no decir dificultades. Por eso es un agrado leer y no escribirla. A nivel técnico -sin afán de latear a nadie- me parece que Escobar lleva el cuento en su cuerpo como una manera de pensar. Y en cualquier género, cuando da la impresión de que lo escrito es una manera de pensar el avance es mayor. Un cuento lo escribe cualquiera, podría decir alguien con mala fe, pero no es así. Tal vez podría haber una ley: si un cuento no saca una carcajada bien podemos olvidarlo para siempre y dejar el libro secándose o pudriéndose en algún mueble junto a otros que se limitan a contar la historia. Escobar está muy lejos de eso. El tema de la representación, a su manera, que quede claro, está desarrollado, aterrizado, pensado, como un posible maestro del género que en cualquier momento va a explotar y dejarnos un libro que se instale en lo que obligadamente llamamos literatura chilena. Y acá hay unos cuentos que podrían transformarse en lo que el autor odia: canon de la escritura, textos que se pasan de manera obligatoria en la universidad. La revolución, como se sabe, termina en farsa.

 

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Este libro se desarrolla con historias inusuales y a la vez sencillas. La seguridad de las sentencias puede llegar a ser abrumadora, pero es a la vez de una valentía inusual, en un momento en el que tal vez parte de la literatura -y de los escritores- son cada vez más precavidos por temor a no ser aceptados o derechamente apartados de la discusión. Escobar no tiene miedo o no le importa lo que acabo de decir. Hay incluso una especie de poema donde declara principios. <<La crítica literaria se siente antisistémica por vestirse con ropa usada/ la crítica literaria dice que el fútbol es un deporte patriarcal y superficial/ la crítica literaria quiere todo para el pueblo pero sin el pueblo/ la crítica literaria no come en el McDonald’s pero sí toma café en el Starbucks/ todos los días al despertar, la crítica literaria come cinco almendras/ La crítica literaria no se atreve a escribir una novela/ la crítica literaria se siente respetada/ la crítica literaria se siente respaldada>>

 

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¿Qué es lo que yo busco en un libro de cuentos? Lo que aparentemente no tiene sentido, el “preferiría no hacerlo” de Melville, las historias de Chejov que nos dejan pensando después de leer, la precisión de autores actuales como Fabio Morabito, los mundos inigualables e irreproducibles de Borges. No hay duda: tenemos la buena o mala costumbre de esperar, al leer, lo que en otros nos pareció extraordinario. Tal vez, siendo sinceros, es una mala costumbre. Invito a los lectores no a tener paciencia, sí voluntad, una voluntad muy lejana al esfuerzo de leer y seguir leyendo, si no la voluntad de experimentar con buena fe.