Fortuna: Andrés Florit Cento. Por Gabriel Zanetti

Andrés Florit: Fortuna
Editorial 603
32 páginas
$ 5.000

 

Releo Fortuna de Andrés Florit por tercera vez. Podría decirse que este acto, de leerlo por tercera vez no es gran cosa por la brevedad del libro. A mi por lo menos hace rato que la cantidad de páginas es indicador de nada. Sin poder ni querer compararlo -es imposible- Una temporada en el infierno de Rimbaud es un libro breve y marcó un hito en la historia de la poesía.  No  podría decir lo mismo de Fortuna, no por la evaluación de su calidad: ese tipo de reflexiones son propias de un pasado lejano, los juicios categóricos parecen no tener espacio en este presente de caos y peste -de algo que sirva-.

El caso es que lo leo por tercera vez y esto es producto, por supuesto, de su segunda lectura. Esta última la hice en el taller literario que realizo hace bastante tiempo. Me pareció atinado llevar este libro y hacer una ronda de lectura en voz alta -me parece que éramos siete aquella noche- con el objetivo de enfrentarlos a un libro difícil de clasificar, para librarlos un poco de los límites -personales-  de los géneros, pues cada uno de los participantes tiene un proyecto definido: libros de cuentos, poemas, diario, novelas.

“Yo pensé que era la historia del pionero de los viajes en globo en Chile”, dijo uno, “pero después sencillamente no entendí nada. Hablaba de otras cosas, de la calle, del entorno, como que lo entendí y no a un mismo tiempo”. Se trata de Amadeo Cento, abuelo del autor, quien realizó el primer vuelo en globo en nuestro país. Solo una anécdota familiar, podría pensarse en un comienzo, pero más adelante comienza a desplegarse algo mayor a partir del suceso. Desde ahí se suceden anotaciones que marcan el carácter del narrador.

“<<No corra. Ambrosoli hay en todas partes>>/ Canchas de tierra entre la autopista y los blocks”; “Me gusta ver cómo barren las hojas en la vereda, pero no me gusta que barran las hojas de la vereda”; “<<Avancen para atrás, por favor>>. /Guardia de la línea amarilla del metro”; “-¿Y qué helado quiere?/ -No sé, estoy indeciso./ -Yo a los hombres indecisos me los como con limón”; “Doblar los calcetines de la persona amada, lentamente, sin rencor”, a todo esto se suman carteles del edificio que habita: “ESTIMADOS PROPIETARIOS Y RESIDENTES: Si bien la tenencia de mascotas está permitida, no está permitido el uso de los espacios comunes y los jardines por las mascotas. Estas deben salir del edificio. Esperando su comprensión, Atte. LA ADMINISTRACIÓN”

Todas estas imágenes y escenarios acompañan al tercer hilo, que nos habla de la vida de las parejas contemporáneas, de la ausencia de hijos, de los espacios comunes y privados, de una historia familiar personal, donde aparecen padres, hermanos y el abuelo pionero en la aeronáutica. Las risas se acaban o mutan en cierta desazón, cuando se señala: “…<<Tu abuelo es un pionero en la aeronáutica, / fue de los primeros que anduvo el globo.>>. ¿Por qué no he ido a ese museo? No quiero/ que me digan que no saben quién es, que aquí/ no hay ningún busto blanco”. Que alguien te niegue la propia historia familiar, tal vez, es una manera de borrar la justificación de un presente, que en el caso de Florit, además de su vida privada, es este libro difícil de encasillar en un género, al cual acertadamente titula Fortuna.