En busca del Estado Civil (Ediciones Altazor, 2017) de Sara Jordán Palet. Por Alejandra Paz Cadena L.

 

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En busca del Estado Civil (Ediciones Altazor, 2017) de Sara Jordán Palet

 

Por Alejandra Paz Cadena Lucas

 

Ediciones Altazor publica Estado Civil (2017), segunda obra poética de la viñamarina Sara Jordán (1982), quien dejó pasar diez años desde su Media Estación (2007) para entregarnos un libro que implica no sólo la escritura realizada durante ese lapsus temporal, sino también para dar luz a sus poemas fantasmas en un volumen que se arma como un rompecabezas.

Un estado define una condición a la que uno se ve supeditado, deliberada o inevitablemente, situación que termina por definirnos de alguna manera, con mayor o menor determinación, dependiendo de la naturaleza de este. En este libro la hablante poética revisa su estado de relación con el mundo, superponiendo en el interior de su habitación los fragmentos de comuniones pasadas.

El poemario propone un tránsito de tres recorridos, representa un proceso de búsqueda que se abre en la primera parte con los versos de Dónde están las huellas ¿Qué huellas está buscando? Desde un presente se instala la sujeto a desplegar su memoria personal, va examinando los rastros del fantasma de una unión civil ya rota, revisión mediante la cual establece una doble interpelación, a esa antigua vinculación y a la institucionalización de su condición frente a la sociedad: cual Virginia Woolf  señala: “No necesito un marido/ ordenando mi mundo.” Esta manifiesta rebeldía es frente a los cánones sociales, que de seguirlos conlleva la renuncia al mundo de los pájaros, al pensamiento, a la imaginación, al espíritu, concordando con Cirlot, lo que para la hablante simboliza aquí el mundo de la poesía, ya que el terrenal sólo gira y no atiende sus destiempos.

En la segunda sección A.U. Torre Tratos el juego de palabras, que aparece como una inscripción sobre la lápida, revela un ejercicio de autodeterminación indirecta, estos poemas en prosa materializan una operación psicoanalítica, ya que lo puesto sobre la mesa es la etapa de iniciación poética representada en la figura fantasmagórica del mentor, al que se enfrenta como si se estuviese frente a un espejo.

La tercera parte muestra una conquista, la de su nuevo estado civil, un pacto consigo misma donde sólo queda el silencio como principio de creación. Recordemos que ya Steiner había señalado la importancia del mutismo para el poeta, la búsqueda de este funciona entonces para la hablante como instancia de reconfiguración de su realidad, le permite entrar en comunión con el vacío de su presente permeado por los fantasmas que han dejado una impronta.

Así se construye su morada, la habitación adquiere su forma y su función como espacio de creación. En el poema El extravío se encuentra signada la poética de esta búsqueda que va “tomando prestadas existencias ajenas,/ escenas pornográficas imaginadas…” Su imaginación vuelve a volar, sin embargo, y pese a las evidencias que la hablante ha ido develando, “Algo borbotea. Todo borbotea.” Nos deja siempre algo más allá de lo que muestra, la escritura lleva aquí también el signo fantasmal,  ya que implica “… convertir lo cotidiano/ en una cristalización. … [Intenta] desbloquear/ la ficción provocada por el lápiz.”

Este ejercicio escritural que se desvela a sí mismo funciona como diario de vida en las modulaciones de la interpelación, de la confesión y la revisión de principios poéticos que se van declarando. Su estado Estado Civil sería entonces la domesticación de un espacio cerrado, de la casa, de la pieza, de lo propio poético.

En estos poemas de Sara Jordán, en definitiva, estamos frente a una hablante que juega a mostrarse a través de otros ausentes que son significados, a los que llama para nunca llegar a una autodeterminación de sí, sino de lo que queda de su proceso de búsqueda.

Este proceso entonces, que culmina con la separación del mundo terrenal, con lo institucionalizado, sirve para volver a lo que adquiere sentido. ¿Qué huellas nos deja? Al final sólo tenemos cada uno de estos poemas como “Cada paso [que] marca el cese de un camino. Posible…” Un camino que no es liso y llano, sino que está lleno de fragmentos.