Eduardo Gortari: Los suburbios. Por Jonnathan Opazo Hernández

 

Eduardo Gortari: Los suburbios
Editorial Cuneta, 2015.

Colección Almácigo
234 páginas

Por Jonnathan Opazo Hernández

 

Hace un tiempo estuve trabajando en las transcripciones de diversas entrevistas a trabajadores y habitantes de uno de los barrios cerrados más grandes de ciudad de Buenos Aires. Nordelta, una especie de ciudad contenida en sí misma, que poseía desde universidades hasta supermercados, pasando por piscinas y un lago donde salir a pasear apaciblemente en bote. Cuando se le preguntaba a la gente joven cuáles eran los pasatiempos que tenían al interior del lugar, las respuestas dejaban entrever que –paradójica decisión–, en el fondo, a pesar de ser el sitio ideal para vivir sin los avatares de la gran ciudad, en realidad se respiraba un ambiente bien cercano al tedio. El suburbio, y de esto la sociología urbana tiene mucho que decirnos, se creó como una forma de replicar una vida más o menos ideal, algo bucólica, que recreara la vida barrial que, capitalismo y urbanización mediante, va siendo lentamente destruida. Ese es el contexto en el que se desarrolla la primera novela de Eduardo Gortari (1988), autor de los poemarios como Código Konami (Literal, 2015) y La radio en el pecho //covers// (Conaculta, 2010), todos editados en México.

“En los suburbios aprendí a manejar. Tenía dieciséis y estaba seguro de que no sobreviviría ese verano” nos dice el narrador al comienzo de una novela que va elaborando los capítulos como si se tratara de distintos niveles de un videojuego. En este caso, niveles que suponen las distintas etapas en la vida de un joven mexicano perteneciente a un suburbio en donde la única esperanza es matar el tiempo con amigos recorriendo los cercados límites del barrio y, como elemento recurrente y central, ir entrelazando la propia biografía a través de la cultura pop. Si para Piglia las lecturas personales permitían armar una cartografía de la vida personal, Gortari toma un argumento similar a través de las letras de bandas como Weezer, Deftones, The White Stripes, TheSmiths o Arcade Fire, quizá la referencia más obvia y el centro mismo de la novela (de hecho, la primera estrofa de la canción “The suburbs” dice: “In the suburbs / I lear ned to drive / And you told me we’d never survive”).

Al mismo tiempo, y como una forma de sacar la novela de la mera acción sobrecargada de teenangst, Gortari va intercalando “niveles secretos”, que vendrían a ser algo así como la reflexión metaliteraria que va pensando y reflexionando en torno al proceso mismo de la escritura y los límites de la ficción: “Habla español, pero creció escuchando música en inglés: las canciones que narran y explican su historia están en otra lengua. Comprendió que de alguna forma él estaba haciendo lo mismo al escribir Los suburbios. La literatura es usar un idioma desconocido para decir la verdad”. De esta manera, y a modo de recurso, el autor va sirviéndose de ciertos elementos para dar cuenta de una experiencia que narrativamente vaya trasuntando su propia historia personal: aprender a conducir como un rito de iniciación, la amistad, el amor y la muerte como una larga y difícil carretera con baches, curvas, cuestas y caminos que serpentean cuesta arriba. Una suerte de bildungsromanen en clave pop.

Los suburbios es un debut que deja entrever, además de una historia que mantiene cierto pulso a pesar de que el tópico smell like teen spirit pueda resultar, a estas alturas, una temática cuya fecha de vencimiento murió con Kurt Cobain, una inquietud por la literatura y sus procedimientos, por los límites de la ficción, signos –según escribiera Martín Cerda hace bastante tiempo– de la literatura contemporánea. Esos vaivenes hacen que no sea sólo otra tonta novela para adolescentes.