Alejandro Zambra: Poeta chileno. Por Joaquín Escobar

Alejandro Zambra: Poeta chileno.
Editorial Anagrama.
400 páginas
$ 15.000.

La novela comienza en Santiago a principios de la década del noventa. Gonzalo, un joven de clase media que vive en Maipú, va a un colegio fiscal y es hijo de un taxista, pololea con Carla, una adolescente de su misma edad de la comuna de La Reina, hija de un abogado y  que va a un colegio privado. Las diferencias de clase no existen o quizás no parecen ser un tema; más allá del fantasma de las distancias económicas, que habita en el inconsciente individual y colectivo de un país que crece en la medida de lo posible, sus preocupaciones deambulan en torno a una sexualidad llena de interrogantes. Ambos son vírgenes y están buscando la oportunidad para dejar de serlo. Se acurrucan en el sillón de los padres de ella a ver la teleserie de turno. Tapados con una manta roja , esperando que los adultos no lo noten, se tocan con un frenesí pausado, que les resulta interesante, pero también desolador.

Alguien podría decir que tanto este comienzo como todo lo que -se presume- que precede al texto ya ha sido abundantemente tratado en el mundo del cine y la literatura. Y sí, son temáticas trabajadas, resueltas y problematizadas, no obstante, la genialidad de Zambra no está en la originalidad del tópico expuesto, más bien radica en las brillantes formas escriturales con las que lo aborda. A través de un cuidado estilístico que ya es característico en toda su obra, Zambra no deja nada liberado al azar. Está todo detallado, estudiado, pensando; las palabras calzan y se ajustan alcanzando a ratos un tono poético-melancólico que le hace guiños al pasado, al fracaso, a las historias que pudieron ser y no fueron, a las vidas irresolutas, a los duelos incompletos. Más allá de la nostalgia, Poeta chileno es una novela que también tiene mucho humor. Desde la primera página nos desternillamos de la risa con situaciones y diálogos que incluyen moteles, visitas al médico y conversaciones entre amigos. Alejado de las irritantes formas morales que mandan en la literatura chilena actual, el narrador habla sin reparos de sexo, cuerpos y dimensiones de cuerpos, entendiendo los procesos creativos como entes alejados de lo políticamente correcto.

Otra de las aristas que rodea toda la novela es el submundo poético chileno. Gonzalo publica un libro de poesía de escaso reconocimiento. Su hijastro -palabra con la cual el narrador del texto debate bastante-, influenciado involuntariamente por Gonzalo y por los poemas de Emily Dickinson y Gonzalo Millán también se convierte en poeta. Este círculo de traspasos -en lo absoluto casual- sirve para hablar de un mundo tan peleador (pelador) como pretencioso. En esta segunda parte del texto hallamos historias de poetas jóvenes (con halitosis) que entre discursos trasnochados y vinos baratos citan a Zurita y Uribe. La figura del poeta chileno -y todo su universo- es apetecida en todo el mundo literario occidental. Se erigió un producto que en el extranjero se vende. Zambra, astuto e inteligente, retrata a este conjunto desde una multinacional como Anagrama, ofreciéndole a los lectores hispanohablantes un retrato íntimo y lejano de las épicas y misticismos de los que se suele hablar.

Poeta chileno es una novela a la cual no le sobra nada. Está ajustada de tal forma que parece un reloj literario. Es elegante, triste, sobria, brillante. Sin lugar a dudas la mejor novela de Zambra pues además del vértigo y la profundidad con que se desarrolla, funciona como la piedra angular de sus anteriores producciones. Hay guiños claros a La vida privada de los árboles (la relación fraternal con un niño que no es su hijo biológico) y Bonsai (una historia de amor en la cual la literatura sirve de eje), además de una técnica narrativa al estilo PSU creada (en una especie de neo-vanguardia) como lo fue  Facsímil. Estamos ante el mejor Zambra. El escrito consolidado que una vez más nos demuestra toda su grandeza.