Andrés Ajens: AE. Por Cristian Foerster Montecino

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Andrés Ajens : AE
Das Kapital Ediciones, 2015
129 páginas
$8.000

Por Cristian Foerster Montecino

 

Unos apuntes sobre AE a tono de reseña

Siempre que pregunto sobre la poesía de Andrés Ajens me la describen, ya sea positiva o negativamente, con los mismos términos: ilegible, críptica, delirante, demasiado exigente. Pero mientras leía AE, estas características me parecieron extensivas a cualquier poema; como si éstas fueran las nociones en juego tras la vida y muerte de todo texto que merezca el adjetivo de poético.

En lugar de escribir <<poético>> debí escribir <<poemma>>, pero algo me detuvo. Esta cavilación quizás se deba a que el repertorio de palabras que solemos utilizar para referirnos a esta institución se tornan peligrosas, desfondadas, casi ridículas, pues son nociones demasiado estrechas para expresar lo que experimentamos al viajar por las páginas de AE. En ellas todo vibra y cada vocablo parece resquebrajarse al momento de su articulación: “abierto, inseguro, flor/ de poema en flor, co/ marca, hoy, guarda ilegible.”. Tal vez sea por ello que para hablar sobre la escritura (de Ajens) sea tentador, casi inevitable, devenir con ella y emular su forma frágil, en constante mutación, ya que de otro modo lo que se escribe termina sonando soso, o en su defecto, estúpido.

Pero más que viajar por un paisaje lineal, se trata de adentrarse en un laberinto de textualidades, plagado de citas, de tallas internas, en definitiva: “HORDAS DE ESCRITURA”, cuya urdimbre es tan compleja y basta que solo nos queda aceptar y convivir con zonas-lenguas de sentido desconocido. Por ejemplo, lo que se debate en estos versos: “yo: Layu qucha/ sani unu (lo que sólo/ Odi o, quién sabe, Warak’a/ honda tan trágica, traduce/n), en este tiempo”. Al abandonar el deseo de traducir-aplanarlo todo, uno comprende que la ansiedad por acceder a un sentido, de entender lo que se dice, es un acto estéril; solo nos queda gozar con lo que vibra por las superficies. Es por eso que en un mismo espacio, en una misma tierra de nadie y de todos, podamos encontrar textos escritos, en español, mapudungun, francés, alemán, quechua e inglés, entre otras lenguas. Concierto polifónico, suerte de torre de babel: AE -¿no es también así la vida?. 

“Vallejo retoma las cosas donde/ las deja Rimbaud: merde, la poésie”. Ajens traza otra ruta para una (im)posible historia de la literatura latinoamericana: el desajuste constante entre materialidades y sus supuestos orígenes. Desajuste que mirado desde otra óptica -la suya- es solo desplazamiento, trasvasije constante de formas foráneas por otras igual de foráneas. Por lo mismo, lo obsoleto de pensar la literatura por medio de cercos nacionales: “hay/ algo más estúpido que una antología/ nacional en poesía? ¿hay tal// cómo lindar mi cuerpo, cuerpo de antología/ sin sucumbir al deseo de dominio ¿nimio?”. Así mientras leemos AE vislumbramos el derrumbe de estas instituciones: la literatura-poesía y la identidad nacional. Ambas las hayamos disueltas en esa materia ominosa: “¿lengua/ desnuda, húmeda i/ legible”.